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Cuando las solicitudes de silencio nos abruman, cuando hablar se vuelve incomunicación, surgen estados de ánimos que nos sacan de nuestro centro. Ante esto leo, escribo, escucho música y respiro… Amigos esteemianos, hoy quiero compartir con ustedes algunas ideas acerca del silencio. Hoy he pensado en el silencio y en la posibilidad de establecer un diálogo con ustedes, como les he dicho, me gustan las preguntas y para mi sería muy provechoso sus comentarios y sobre todo su acompañamiento en el pensamiento. Espero compartir con ustedes acerca de su apreciación acerca del no decir que dice mucho.
Comenzaremos con una pregunta (para no perder la costumbre) ¿a qué llamamos opinión?, y por uso común, entendemos opinión como punto de vista, aquello que emerge de cada ser humano con respecto a un problema, hecho, situación particular o acerca de sí mismo. Cuando hablamos de opinión pública, entonces, a qué nos estamos refriendo. ¿Cómo se establece lo que llamamos la opinión pública? La opinión pública se forma de manera individual, grupal, institucional y de masa, sin estar una sobre otra, de ahí que resulte difícil definirla. Podríamos decir que se refiere a la concepción que tiene la mayoría acerca de alguna situación.
Para muchos Psicólogos, entre ellos Abraham Maslow, amor y pertenencia es una necesidad inherente al ser humano. Esa necesidad nos lleva a seguir a las mayorías para pertenecer a un grupo. Ante esta necesidad humana, surge el miedo al aislamiento que produce el silencio (revisar el Espiral del silencio de Elisabeth Noëlle-Neumann). La persona por temor a perder la pertenencia a un grupo, cede su posición de enunciación y se limita a formar parte de una masa, con la que en oportunidades no comparte los modos. Esto da lugar a que se cree un silencio que da paso a que se gesten discursos de poder y en este sentido, la opinión pública esté determinada por las mayorías que bajo consenso, mantienen una opinión.
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En algunos casos, también se genera el silencio ante la imposibilidad de mediar para evitar la confrontación. El sujeto, que se reconoce minoritario, decide silenciarse aunque en muchas oportunidades no comparta la perspectiva del grupo.
Surge la anulación del propio criterio por la necesidad de ser gregario. Si bien los silencios también dicen cosas; nos limitan, pues las opiniones divergentes aunque minoritarias también son necesarias. Esto me lleva a pensar acerca de si lo que conocemos como opinión pública, tendencias, ganadores; se corresponde con la realidad. Y surge otra pregunta ¿el discurso dominante en las relaciones humanas, es el que se adecua a la realidad?
En las relaciones de pareja, con los jefes, en los ambientes laborales y comunitarios puede verse con frecuencia como el silencio diluye nuestra forma de ser en el mundo. No precisamente el miembro de la pareja que habla, propone y dispone es quien tiene la razón. Así mismo, los ganadores de cargos políticos, representaciones gremiales, etc.; no siempre son los más aptos y preparados para el cargo. Sin embargo, ostentan el poder por estar apoyados por la “mayoría” o por quienes se erigen amparados por discursos dominantes.
Y surge mi preocupación por la urgencia de conquistar los lugares de enunciación de las minorías. Y surge la pregunta necesaria: ¿Cómo pensarnos y ser en el mundo para que se articulen varias y coloridas voces que digan el mundo de acuerdo a su forma de comprenderlo y de estar en él? Se hacen urgentes los lugares plurales ¿Será posible disminuir los silencios y enunciar de forma distinta?
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