F U T U R O S T R A Z A D O S

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Soy consciente de que dar no garantiza recibir; y que amar no es garantía de ser amado. Es imposible saber si el futuro depara algo equivalente a lo bueno que hemos entregado, pero nos gusta pensar, asumir que es así. No obstante, la realidad puede ser más decepcionante de lo que podemos llegar a pensar.

Lo que es hoy no significa que será mañana; lo que se tiene no necesariamente será tuyo por siempre. Las cosas constantemente cambian, aunque hay otras que nunca lo hacen.

Caso interesante es el sufrimiento de los inocentes. Algunos creen que estos padecen momentáneamente hasta que un día son libres. Lamentablemente, hemos visto que en vida, ser un desdichado y sufrir penurias no significa que atraerás futuras alegrías en la tierra, el consuelo es esa vida mejor que se habla que hay después de la muerte. Entonces, padecer puede significar muchas cosas y traducirse en otras como la absolución de los pecados, un destino consecuente de los actos, una prueba del cielo o simplemente, la suerte de un pobre infeliz.

Eso que retienes en tu mano ahora mismo seguramente lo soltarás más tarde. Podrás lanzarlo, transformarlo o destruirlo pero nunca retenerlo por siempre. Así mismo, fuimos hechos para vivir momentos, no para retenerlos. Sin embargo, Lanzar, transformar, destruir... quizás causen efectos distintos; y es esa la esperanza que hemos depositado en el camino de la causa y el efecto. Intentamos escribir un porvenir más adecuado a nuestros deseos, nos hacemos expectativas y tratamos de que el hoy sea un puente seguro para ese mañana repleto de momentos agradables. Lo que hacemos justo aquí y ahora, esperamos que tenga esos efectos positivos.

Mas la realidad es un gigante temible, te hará dudar de tu fe, de tu esperanza y tu capacidad.

No es que seamos enemigos de la realidad o la suerte, de la divinidad o el destino, pero es normal que rechacemos aquellas cosas o entidades que ponen en peligro nuestra propia ambición. Si lo que queremos no es lo que la realidad, la divinidad o el destino quieren para nosotros, siempre nos revelaremos ante ellos, defendiendo un futuro que no conocemos, pero que queremos escribir con actos y no con suerte o predestinación. No sólo nos revelaremos contra alguien o algo de naturaleza superior, sino contra el prójimo cuando este tras perseguir sus propias ambiciones amenace con destruir las nuestras. Porque cuando un individuo actúa en pos de su felicidad o desdicha, no sólo altera su curso sino el de alguien más. Por eso, afirmar que la causa y efecto es el mejor camino para un futuro repleto de momentos felices, puede ser muy arriesgado y erróneo, puesto que no es más que una alternativa entre las dos que hay: el camino hacia un futuro influenciado por algo o alguien de naturaleza superior y el otro camino hacia un futuro trazado por los actos voluntarios.

Sembrar no es garantía de cosechar, pero es probable y es lo que esperamos que ocurra. Así es como queremos que sucedan las cosas, según lo que deseamos. Pero, ¿Serán la suerte, el azar, el destino, la intervención divina, estas fuerzas de naturaleza superior las que tracen mejor el curso de la vida y de las cosas? O ¿Podemos tratar de labrar un sendero mucho mejor por nosotros mismos apoyándonos en la causalidad y los efectos de nuestros actos voluntarios? Lo que he visto hasta ahora origina un choque, puesto que muchos sufren y se regocijan en las dos partes. Puede ser extraordinario caminar por los valles desconocidos del mañana creados por alguien o algo de naturaleza superior; también puede ser reconfortante saber que luchaste sólo hasta el fin por conseguir la materialización de tus anhelos. Lo que nunca estará garantizado en esta vida es que la bondad y el amor que dimos será equivalente a lo que recibiremos allí al final; o quizás sí, después de la muerte, para los hombres y mujeres de fe.

Respecto a ese que no sembró bonanza sino malicia y sufrimientos... solo le queda esperar misericordia en la siega.


Cantaura, 17/08/2020.

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