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El tiempo, ese escurridizo invitado que a veces se queda a tomar el café y otras se despide sin decir adiós. Todos hemos experimentado la sensación de que las horas pasan volando cuando estamos haciendo algo que disfrutamos, mientras que en otros momentos, cada segundo parece una eternidad. ¿Por qué el tiempo parece acelerarse o desacelerarse a su antojo? Nuestra percepción del tiempo es tan subjetiva como única, influida por una multitud de factores que van desde nuestras emociones hasta nuestras circunstancias.
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Hay momentos en la vida que se quedan grabados en nuestra memoria como si hubieran ocurrido ayer, pero también existe el caso contrario, esos momentos de la vida que quedan, pero pareciera que fue hace años y todo esto dependerá de la importancia y añoranza del mismo. Un primer beso, la graduación, la pérdida de un ser querido... Estos momentos son como hitos que dividen nuestra vida en antes y después. Son los momentos que le dan sentido a nuestra existencia y que nos hacen sentir vivos.
Al igual que un músculo, nuestra percepción del tiempo puede entrenarse. Dicen que si nos enfocamos en el presente, en disfrutar de cada momento, podemos hacer que el tiempo se ralentice. Yo difiero un poco de esto, muchas veces he estado disfrutando de un momento y él mismo “ha volado” dejándome con esa sensación de “querer 5 minutos más”. Por otro lado, si estamos constantemente preocupados por el futuro o anclados en el pasado, el tiempo parece pasar más rápido.
Imagínate el tiempo como un río. En algunas culturas, ese río fluye siempre hacia adelante, como una flecha. Es decir, el pasado ya pasó, el futuro está por venir y lo importante es lo que hacemos ahora mismo. ¡Así de sencillo!
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Pero en otras culturas, el tiempo es más como una rueda que va dando vueltas. Los eventos se repiten, las estaciones cambian y la vida sigue un ciclo. Es como decir: "Lo que pasó, volverá a pasar".
En Venezuela, tenemos un poco de las dos cosas. A veces somos súper puntuales y queremos todo organizado, como si el tiempo fuera una recta. Pero otras veces, ¡ay, Dios mío! Somos más relajados y nos encanta disfrutar del momento, como si el tiempo fuera una fiesta que nunca termina.
¿Te suena familiar? Por ejemplo, cuando tenemos una reunión con amigos, ¿quién llega a la hora exacta? ¡Poquitos! Porque aquí nos gusta conversar, reír y disfrutar de la compañía, sin estar pendientes del reloj.
La nostalgia, ¡qué viaje! ¿A quién no le gusta recordar esos momentos en los que todo era más sencillo y divertido? Es como hacer un viaje en el tiempo, ¿no? Pero cuidado, ¡no te quedes atascado en el pasado! Aunque sea bonito recordar, la vida sigue adelante y hay que disfrutar del presente. Eso nos sucede cuando recordamos nuestra infancia o juventud, esos momentos despreocupados y donde las responsabilidades no pesan tan fuerte como en la adultez.
Con respecto al futuro, ¡quién sabe! Este es mi mal mayor, esa incertidumbre de no saber qué sucederá. A veces nos ponemos a pensar en lo que podría pasar y nos da un poco de miedo. Es normal sentir así, pero debemos recordar que el futuro todavía no ha llegado. Y que tenemos el poder sobre las cosas y lo que queremos que suceda o no.
En resumen, la vida es como una montaña rusa: hay subidas y bajadas, momentos buenos y malos. Lo importante es disfrutar del viaje y no quedarnos atascados en el pasado ni preocupándose demasiado por el futuro.
Al final el tiempo es un regalo. Imagina que te regalan un montón de monedas de oro. Cada moneda es un día, y tú decides cómo gastarla. ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿En cosas que te hacen feliz o en cosas que no te importan? El tiempo es como un tesoro, y depende de nosotros aprovecharlo al máximo.
Antes, todo era más natural. ¿Te imaginas una vida sin relojes? Nuestros antepasados se guiaban por el sol, la luna y las estrellas. Cuando el sol se ponía, era hora de descansar; cuando las hojas de los árboles empezaban a cambiar de color. Vivían en armonía con la naturaleza.
A veces, pensamos que el tiempo es infinito, pero no es así. Justamente ayer visite a una señora, amiga de la iglesia que actualmente está enferma y me hizo analizar todo esto. Que al final todos tenemos una fecha de vencimiento, y eso nos hace darnos cuenta de lo importante que es cada momento. ¿Para qué perder el tiempo en cosas que no nos importan? ¡Debemos vivir la vida al máximo!
Nuestra vida, es como una obra de arte, el tiempo es como un lienzo en blanco y nosotros somos los pintores. Con cada decisión que tomamos, estamos creando nuestra propia historia. ¿Quieres que tu obra sea un desastre o una obra maestra? Tú decides. Cada experiencia, cada relación, cada momento, es un pincelazo que da forma a nuestra vida.
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En resumen, el tiempo es el regalo más valioso que tenemos. Podemos usarlo para crear la vida que siempre hemos soñado o para desperdiciarlo en cosas sin importancia. La decisión es nuestra. ¡Así que vamos a vivir la vida al máximo y a disfrutar de cada momento!
Hoy también pido perdón por esos momentos en los que he hecho perder el tiempo a los demás por alguna razón. Quitando ese valioso tiempo para cosas que realmente lo valen.
Bye!