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En la iglesia a la que asisto próximamente habrá una charla sobre los derechos de las mujeres y me ha puesto a pensar mucho. Gran parte de las mujeres sueña con un matrimonio de cuento, donde el amor florece cada día. Pero la realidad a veces es otra muy distinta. Muchas mujeres, tras la emoción de la boda, se encuentran atrapadas en relaciones tóxicas y violentas.
A menudo escuchamos la frase 'el amor se acabó' como si fuera una explicación mágica para el fin de una relación. Pero, ¿realmente el amor desaparece así como así? Yo creo que más bien nos enamoramos de una idea, de una versión idealizada de la otra persona. A veces, confundimos la ilusión con el amor verdadero. Por eso, es tan importante tomarnos el tiempo necesario durante el noviazgo para conocer a fondo a nuestra pareja. Como diría mi abuela, 'nadie nos conoce del todo', pero podemos hacer todo lo posible por descubrir si esa persona es la adecuada para nosotros.
El maltrato no siempre empieza con golpes. El maltrato psicológico es como un virus que se va infiltrando poco a poco. Empieza con pequeñas acciones que parecen insignificantes: un comentario despectivo, una burla disimulada, un intento de controlar tus decisiones. Son como grietas en una pared que, si no se atienden, pueden derrumbar todo el edificio. Poco a poco, te van aislando de tus seres queridos, minando tu autoestima y apagando tu luz, hasta que te sientes completamente sola y vulnerable. Y es ahí cuando la violencia puede escalar a niveles más extremos
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Muchas mujeres se quedan en relaciones abusivas por miedo a estar solas, a no encontrar a nadie más, o por culpa. Pero recuerda: ¡tú mereces ser feliz! Y estar sola es mil veces mejor que estar mal acompañada.
Esto solo me lleva a un primer punto: TENER UNA BUENA AUTOESTIMA. Cuando tienes una buena autoestima, sabes reconocer lo que mereces y no permites que nadie te haga daño. Nadie por muy malo que sea merece ser maltratado. Por esta razón debemos trabajar diariamente en fortalecer nuestra autoestima, ¡te hará más fuerte y segura de ti misma!
Hablar sobre el maltrato es el primer paso para liberarte. Sé que puede dar miedo, pero recuerda que no estás sola. Busca el apoyo de tus seres queridos, de profesionales o de alguna línea de ayuda. Tu voz es poderosa y puede marcar la diferencia. ¡No permitas que el miedo te silencie! Puedes ser el ejemplo que arrastre a otras mujeres a salir de un hueco que veían “sin fin”.
Me siento muy orgullosa de que mi iglesia sea un espacio donde se abordan temas tan importantes y a menudo tabúes como la violencia de género. Es un claro ejemplo de cómo las instituciones religiosas pueden ser agentes de cambio social y contribuir a crear comunidades más justas y equitativas. Es fundamental que todos nos involucremos en esta lucha, hombres y mujeres, para erradicar esta situación.
Como madre, siento una gran responsabilidad en la educación de mi hijo. Sé que inculcar valores como el respeto, la igualdad y la empatía es fundamental para construir un futuro más justo y equitativo. Es mi deber enseñarle que todas las personas, sin importar su género, merecen ser tratadas con dignidad y respeto. Al fin y al cabo, somos los adultos los primeros modelos a seguir para nuestros hijos. Si queremos erradicar la violencia de género, debemos comenzar por casa.
Denunciar el maltrato es un acto de valentía que puede salvar vidas. No tengas miedo, hay muchas organizaciones que te pueden brindar apoyo y acompañamiento en este proceso.
Salir de una relación abusiva es difícil, pero es posible. Date tiempo para sanar tus heridas, busca ayuda profesional si lo necesitas y reconstruye tu vida. Luego de llorar, de ese tiempo de duelo emocional renacerás como nunca.
Juntas y juntos podemos construir un mundo más justo y equitativo, donde todas las personas vivan libres de violencia. ¡No te rindas, tu voz importa!
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Bye!