Pequeño estracto del libro:
Vi a Damien, mi novio, con los pantalones hasta la rodilla, mientras arremetĂa con Ămpetu contra una mujer que, con el vestido recogido sobre la espalda, estaba apoyada en manos y rodillas sobre una pequeña banqueta.
Ninguno de los dos miraba hacia la puerta, ambos estaban tan perdidos en su lujurioso acto.
No sĂ© cuánto tiempo pasĂł, en mi mente no habĂa ideas coherentes, solo podĂa seguir tomando nota de mi novio de tres años, teniendo sexo desenfrenado con otra mujer en el mismo sitio donde constantemente lo hacĂa conmigo.
—Damien.
No escucharon. Casi rompo en llanto, me sentĂa invisible e insignificante, pero cuando le vi asestarle una sonora nalgada y sonreĂr satisfecho, fue como si me hubiese dado una bofetada.
—¡Damien!
—¡Joder! —exclamó él al mismo tiempo que la chica lanzaba un grito avergonzado y se apresuraba acomodarse la ropa, cosa que mi novio hizo con mucha más calma.
Damien se subiĂł los pantalones y se los abrochĂł con una lentitud que me hizo delirar de furia. Finalmente le vi el rostro a su amante; Nadine Moreau, hija de uno de los amigos ricos de su padre. La descubrĂ de rodillas mientras mi novio la tomaba indecorosamente y aun asĂ sonreĂa con arrogancia.
EntrĂ© al estacionamiento del hospital a una velocidad poco prudente, y estacionĂ© en una maniobra que hubiese asustado a mi padre, pero no tenĂa tiempo para andarme con cuidado.
BajĂ© de auto sintiendo que el corazĂłn me palpitaba a mil por hora y corrĂ a toda velocidad. No me detuve a hablar con la recepcionista ni a saludar a Susan, la de mantenimiento, cĂłmo hacĂa normalmente, en cambio recorrĂ aquellos pasillos que ya se habĂan vuelto tan familiares como los de mi propia casa.
LleguĂ© a mi destino, abrĂ la puerta de un tirĂłn y me detuve en seco justo en medio de aquel cuarto lleno de máquinas y cables en el que habĂa pasado tantas horas de mi Ăşltimo año de vida, y entonces llorĂ©.
Jamás me habĂa detenido a pensar en lo que harĂa cuando eso sucediera, pero no habrĂa apostado por el llanto; y sin embargo ahĂ estaba, con manos frĂas y temblorosas, viendo al hombre que me miraba confundido desde la camilla.
—¿Irina? —mi llanto se intensificó cuando oà la voz de mi esposo después de tanto tiempo.
—Dios, ¡Emmett! —CorrĂ hacia Ă©l y me abracĂ© a su cuello—. QuĂ© alegrĂa que despertaras… Tuve tanto miedo de no volverte a ver.
—¿Irina? —preguntó una vez más, poniéndome alerta de inmediato.
Me separé de él, y posé una de mis manos en su mejilla.
—SĂ, Emmett; soy yo. ÂżCĂłmo te sientes? —le preguntĂ© nerviosa.
—La enfermera dice que pasé un año en coma, ¿eso es cierto?
—Me temo que sà —respondĂ con una mueca—. Tuviste un terrible accidente durante un viaje a los viñedos, saliste disparado del auto y te golpeaste la cabeza contra un muro de contenciĂłn. Tuvieron que raparte para poder sanar bien tus lesiones —acariciĂ© la zona de su cabeza donde se habĂa producido el peor daño—, pero fue hace mucho… ya volviĂł a crecer.
—¿Y quĂ© pasa con mamá? —preguntĂł, desviándonos del tema principal, no queriendo mostrar lo afectado que estaba por lo que acaba de contarle. Me pareciĂł increĂble que incluso acabando de salir de una situaciĂłn tan complicada, siguiera siendo el mismo renuente a mostrar sus sentimientos.
—Tu mamá y tu hermana están en Obernai, se preparan para el aniversario de los viñedos. Y tu hermano… estaba en ParĂs, la Ăşltima vez que supe. —Me encogĂ de hombros, siempre trataba de no pensar demasiado en Ă©l—. Pero ya les avisĂ© a todos, de seguro mañana estarán aquĂ.
—¿Y por qué no estás con Damien?
—¿Con Damien, dices? —pregunté confundida.
—SĂ, si Ă©l está en ParĂs… ÂżPor quĂ© estás tĂş aquĂ? ÂżAcaso te dejĂł cuidándome?
—¿Cuidándote? ¿De qué hablas, Emmett?
No pude obtener la respuesta que necesitaba, porque en ese momento un par de enfermeras entraron a la habitaciĂłn y empezaron a revisarlo a Ă©l y a los monitores.
—¿Está todo en orden? —preguntĂ©, aunque algo me estaba dando mala espina, tenĂa un presentimiento de que las cosas no andaban bien.
—SĂ, cuando despertĂł le hice un par de preguntas personales y respondiĂł sin problemas parece estar lĂşcido y reaccionĂł bien a los estĂmulos. El doctor Giroud está en una operaciĂłn justo ahora, pero ha sido notificado… Vendrá tan pronto como pueda, de momento estamos monitoreando su actividad cerebral, pues el señor manifestĂł tener dolor de cabeza.
—Aunque es muy probable que todo eso se deba a al shock de haber enterado de que estuvo inconsciente un año entero —añadió la otra enfermera.
—Claro… Es demasiado para procesar —murmurĂ©, cayendo en cuenta que Emmett se despertarĂa en una realidad muy distinta a la que dejĂł un año atrás—. De acuerdo, muchas gracias por avisarme.
—A su orden, señora Lefrevbre —dijeron ambas mujeres antes de seguir con sus labores.
—¿Señora Lefrevbre? —repitió Emmett.
Al girarme otra vez hacia Ă©l, lo encontrĂ© nuevamente con el ceño fruncido y no pude evitar sonreĂr, habĂa pasado mucho desde que no veĂa esa expresiĂłn.
—SĂ. —DejĂ© escapar una risita nerviosa—. Admito que aĂşn no logro acostumbrarme.
—Por lo visto me perdà la celebración… ¿Hace cuánto te casaste con Damien? —su pregunta me provocó un vuelco en el estómago.
—No estoy casada con Damien, Emmett. —Mi corazĂłn latĂa con furia, temiendo por lo que pasarĂa aunque no terminaba de comprenderlo del todo.
—¿CĂłmo no? La enfermera acaba de llamarte señora Lefrevbre. —SonriĂł con cierta malicia, aquello tambiĂ©n lo extrañaba, pero habĂa olvidado lo que se sentĂa ser vĂctima de sus encantos—. Parece que por fin lo lograste.
—¿Lograr qué?
—Atraparlo, mi hermano es como un grotesco jabalà salvaje, admito que nunca creà que una lindura como tú pudiera domarlo.
—No lo hice —pronuncié con dificultad, entendiendo un poco lo que estaba pasando… Una cosa terrible.
—¿De qué hablas?
—SĂ, soy la señora Lefrevbre, pero no estoy casada con tu hermano.
—¿Entonces, con quién…?
—Contigo, Emmett; me casĂ© contigo. —FrunciĂł el ceño y mostrĂł gran confusiĂłn al oĂrme.
—¿Conmigo? ÂżPretendes jugarme una broma de mal gusto? ÂżCĂłmo Dios me voy a casar contigo si tĂş eres y siempre has sido la mujer de Damien? —preguntĂł completamente fuera de sĂ.
—Pues la verdad es un poco complicado explicarte pero lo que te estoy diciendo es cierto —respondà nerviosa—. Damien y yo hace mucho que no estamos juntos, prácticamente desde que me casé contigo.
—Sigue sin tener sentido para mĂ, Âżporque me casarĂa yo contigo?
Me removĂ quieta en el asiento estábamos con las dos enfermeras en la habitaciĂłn y no era prudente hablar de las razones reales de nuestro compromiso delante de ellas, en realidad nadie se podĂa enterar, ese fue parte del acuerdo; pero ahora parecĂa que Emmett habĂa olvidado todo eso… ÂżQuĂ© iba a hacer ahora sĂ ese era el caso?
El doctor Giroud entró en ese momento y agradecà tener la oportunidad de pensar con claridad unos minutos más. Estuvo revisando los signos vitales de nombre y después de revisar varias veces los aparatos junto a su cama se giró hacia mà para darme una de las peores noticias que me pudo haber dado luego de que mi esposo pasara un año en coma.
—Me temo que podemos estar en presencia de un episodio de amnesia; es bastante comĂşn en los pacientes que estuvieron prolongadamente en estado de coma. TendrĂamos que hacerle algunos exámenes para asegurarnos que no quede ninguna lesiĂłn en su cabeza, pero…
—¿Amnesia? ÂżQuĂ© vamos a hacer ahora? ÂżJamás recuperara la memoria? —preguntĂ© al borde de una crisis, eso no me podĂa estar pasándome a mĂ.
—Pues la verdad esto es bastante comĂşn, señora Lefebvre. Normalmente el paciente va recuperando sus recuerdos con los dĂas, en el peor de los casos durarĂa un par de meses, pero no puedo darle mayores explicaciones hasta que no se le hagan los chequeos correspondientes.
—Claro, entiendo —asentà llena de nervios.
«¿Emmett con amnesia? Esta tragedia cada vez empeora más», lloré internamente.
—De momento lo Ăşnico que podemos decir es que es un verdadero milagro tenerte con nosotros —dijo el hombre dirigiĂ©ndose a mi esposo y poniendo una mano sobre su hombro, gesto que apareciĂł incomodarle y eso me hizo sonreĂr, al menos sabĂa que en esencia seguĂa siendo el mismo.
El hombre estuvo un rato más en la habitaciĂłn y luego se marchĂł diciendo que tenĂa que presentarle el caso a la junta y cuando estuvimos solos nuevamente la mirada de nombre volviĂł a posarse sobre mĂ, pesando toneladas.
—¿Entonces? Estoy esperando la explicaciĂłn de esta locura —exigiĂł un rato despuĂ©s viendo que yo seguĂa sin responder.
—Pues ya escuchaste al doctor, al parecer tienes amnesia —murmurĂ© con una sonrisa nerviosa, aunque sabĂa que no habĂa nada gracioso en la situaciĂłn.
—SĂ, escuchĂ© perfectamente —comentĂł en tono tajante—. AsumirĂ© que por eso no recuerdo nada de lo que me estás diciendo, pero asumiendo tambiĂ©n que lo que me dices es cierto, tiene que haber entonces una buena explicaciĂłn para que yo decidiera hacerlo… asĂ que te escucho.
Di una profunda respiraciĂłn y tratĂ© de armarme de valor siempre se me habĂa hecho complicado sentirme en confianza con Ă©l, nunca tuve oportunidad de acostumbrarme, pero ya no quedaba de otra, necesitábamos aclarar todo eso antes de que los demás llegaran.
—De acuerdo Emmett, te contaré lo que pasó… Porque es necesario que nos pongamos de acuerdo antes de que tu familia llegue.
AbrĂ la boca, mientras mi mente me llevaba un tiempo atrás, cuando mi tranquila vida habĂa sido sacudida por el huracán de los Lefrevbre.
Comuna de Obernai, Francia.
Dos años antes
—Ehm… En serio lo siento, Irina. Pero si no llega en los próximos diez minutos tendrás que irte —anunció Maggie apenada—. Ya intenté conversar con Antoine, pero… ya sabes cómo es.
—Lo sé, en serio lo siento Maggie —Me puse de pie de inmediato, recogà mi bolso y puse una mano sobre su hombro cuando quiso disculparse una vez más—. Tranquila, no pienso meterte en problemas, iré a buscarlo, pero si llega a aparecer por acá… Dile que le estaré esperando en mi casa.
—De acuerdo, se lo diré… En serio lo siento. —Le di un beso en la mejilla y salà del restaurante, hecha una furia.
Crucé la calle y casi sin poder controlar mis temblores de rabia, introduje la llave en la puerta de mi pequeño mini cooper, y emprendà el camino hasta la mansión Lefrevbre.
Me sentĂa humillada y con ganas de romper en llanto, no solo habĂa tenido que llegar sola al restaurante, sino que habĂa tenido que soportar la mirada despectiva de Antoine, que dejaba muy claro que pensaba que yo no tenĂa dinero para pagarme una cena ahĂ, y lo pero era ciertamente no lo tenĂa; me habĂa presentado al restaurante más importante del pueblo porque Damien me habĂa citado ahĂ, a su lado nadie me hubiese menospreciado, todos sabĂan que Ă©l pagarĂa la cena, pero al menos tendrĂan que morderse la lengua y guardar sus comentarios hacia mĂ, pues yo era su novia y en esa posiciĂłn nadie podĂa tocarme.
Yo no era más que la hija de un simple capataz de bodega en los viñedos, pero era la novia de Damien Lefrevbre, hijo de Olivier Lefrevbre, quien en vida fuese dueño de Lefrev´s , una de las empresas vinĂcola más importante de toda Francia, la mayor en toda la regiĂłn de Alsacia. Sus bodegas y viñedos eran los más modernos y productivos de toda la zona, y representaba la principal fuente para las personas de Obernai… Si aquello fuese un reino, los Lefrevbre fuesen la Familia Real.
Eran pocos ahĂ en el pueblo los que podĂan presumir de conocerlos o relacionarse con ellos, pero no era mi caso, aunque pertenecĂa a una familia humilde, el trabajo de mi padre me habĂa permitido pasar toda mi infancia en los viñedos y las bodegas de la familia y fue ahĂ donde conocĂ a Damien, el más joven y encantador de todos; a diferencia de su hermano Emmett, Ă©l era una fuerza de la naturaleza. Carismático y encantador en todos los sentidos… Me enamorĂ© de Ă©l al instante, y por fortuna, al llegar a la adolescencia, la vida me habĂa sonreĂdo y me habĂa hecho merecedora de su afecto.
Mi vida habĂa cambiado en ese momento, no solo tenĂa al hombre de mis sueños conmigo, sino que empezaron a caer sobre mĂ lluvias de regalos y atenciones de mi parte. No es que fuese una chica materialista, pero no podĂa negar que amaba los lujos que estar con Ă©l me permitĂan. Pero aun asĂ, seguĂa siendo vĂctima de desprecios como el que me habĂa hecho el inocente de Antoine, un viejo carcamán que se creĂa que por tener un bonito restaurante, ya era una celebridad.
—Dios Damien —gruñà cuando al entrar en el camino hacia la residencia, ya podĂa vislumbrar su Ducati de lujo.
EstacionĂ© junto a la fuente y subĂ los escalones de la entrada a la carrera, toquĂ© el timbre y a los pocos segundos el ama de llaves, apareciĂł ante mĂ.
—Irina —dijo como todo saludo, la mujer me odiaba.
—Hola, Juliet… Estoy buscando a Damien.
—No está en casa.
—Su motocicleta está ahà —señalé sobre mi hombro.
—Pues entonces debe estar en las bodegas… No lo sĂ©, pero no-está-en-casa. —Su tono impertinente me hizo querer golpearla, como siempre, pero no le darĂa el gusto, sabĂa que la familia Lefrevbre solo estaba esperando el más mĂnimo de mis deslices para pedirle a Damien que me sacara de su vida.
—De acuerdo, iré a buscarlo… Muchas gracias, eres un encanto —respondà en el mismo tono.
La mujer prácticamente me cerrĂł la puerta en la cara, pero no tenĂa tiempo para dedicarle a la oleada de improperios que habĂa memorizado en su contra en los Ăşltimos tres años, necesitaba encontrar a Damien y darle una lecciĂłn por dejarme plantada esa tarde.
Me acerquĂ© al auto y dejĂ© el bolso ahĂ, emprendĂ camino hacia las bodegas, pero a los cinco minutos me inclinĂ© para desatarme aquellas incĂłmodas sandalias de tacĂłn que me habĂa puesto para la ocasiĂłn, y entonces se me hizo mucho más sencillo caminar.
Normalmente serĂa una caminata de veinte minutos, pero me tomĂł solo quince luego de empezar a correr.
Las bodegas eran grandes estructuras de piedra cafĂ© y terracotas que se ubicaban hacia la zona este de las tierras de los Lefrevbre, de niña me gustaba pensar que era un castillo y yo era la princesa atrapada a la que Damien rescataba tras matar al dragĂłn; en la infancia nos limitábamos a eso, pero cuando fuimos ya mayores, las fantasĂas fueron tomando nuevos tonos.
Aquel era nuestro lugar de encuentro favorito, habĂa perdido la cuenta de las veces que dejĂ© que me hiciera el amor, entre esos antiguos muros empedrados; la primera vez que me llevĂł ahĂ casi no podĂa moverme de los nervios de ser encontrados, pero con el tiempo fui perdiendo la vergĂĽenza y entregándome por completo. SonreĂ por los recuerdos, Damien siempre habĂa sido un amante entusiasta y habilidoso, y pese a estar furiosa con Ă©l, de pronto solo querĂa encontrarlo para reconciliarnos en aquel lugar.
Pero mis planes iban a ser truncados drásticamente, porque mientras me acercaba a la zona sur de la bodega, empecĂ© a escuchar ruidos extraños desde el interior de aquel pequeño depĂłsito. AbrĂ cuidadosamente la puerta y entrĂ© sin hacer ruido, dejando que mis ojos se fuesen acostumbrando a la penumbra y dirigiĂ©ndome hacia la luz amarilla de lo que parecĂa ser una lámpara de aceite.
Cuando finalmente estuve ahĂ, mi corazĂłn sufriĂł el primero de los letales golpes de esa noche.
Vi a Damien, con los pantalones hasta la rodilla, mientras arremetĂa con Ămpetu contra una mujer que, con el vestido recogido sobre la espalda, estaba apoyada en manos y rodillas sobre una de las pequeñas banquetas que usaban los trabajadores del lugar. Ninguno de los dos miraba hacia la puerta, ambos estaban tan perdidos en su atractivo acto que me permitieron quedarme ahĂ, observándolos, presa del shock.
No sĂ© cuánto tiempo pasĂł, en mi mente no habĂa ideas coherentes, solo podĂa seguir tomando nota de mi novio de tres años, teniendo eso desenfrenado con otra mujer en el mismo sitio donde constantemente lo hacĂa conmigo.
—Damien.
No escucharon, mi voz era apenas un susurro que se perdĂa entre los escandalosos gemidos que emitĂa la chica con cada estocada que le plantaba Ă©l. Casi rompo en llanto, me sentĂa invisible e insignificante, pero cuando le vi asestarle una sonora nalgada y sonreĂr satisfecho, fue como si me hubiese dado una bofetada.
—¡Damien!
—¡Dios! —exclamó él al mismo tiempo que la chica lanzaba un grito avergonzado y se apresuraba acomodarse la ropa, cosa que mi novio hizo con mucha más calma.
Damien se subiĂł los pantalones y se los abrochĂł con una lentitud que me hizo delirar de furia. MirĂ© primero a uno y luego al otro, finalmente le vi el rostro a su amante; Nadine Moreau, hija de uno de los amigos ricos de su padre, una rubia inocente y mimada que siempre me habĂa tratado como inferior a ella, justo como lo hacĂa en ese momento, la descubrĂ de rodillas mientras mi novio la tomaba indecorosamente y aun asĂ sonreĂa con arrogancia.
—Irina… No imaginé que fueses a estar aquà —comentó Damien acercándose, pero levanté una mano para que se detuviera.
—No, claro que no. Porque muy inteligentemente me citaste en el restaurante más alejado de este punto —le dije con furia.
—Dios, cierto… Lamento dejarte plantada.
—¿Lamentas dejarme plantada? ¡¿Te encuentro teniendo eso con otra mujer y lo Ăşnico que vas a decirme es “lamento dejarte plantada”?! —exclamĂ© fuera de mĂ.
—Las cosas se me salieron un poco de control, no era asĂ como pretendĂa hacer esto, pero bueno… dado el fin, supongo que no importa cĂłmo ocurra. —Se encogiĂł de hombros y riĂł con ironĂa.
—¿De qué hablas, Damien? ¿Qué fin?
—Nuestra relación, Irina —dijo antes de resoplar y entornar los ojos—. Te cité en el restaurante para terminar contigo, me casaré con Nadine.
Mis labios temblaban al igual que mis manos, sentĂa que mi alma querĂa dejar mi cuerpo… Huir de ahĂ, pero al mismo tiempo necesitaba quedarme y entender quĂ© estaba pasando.
—¿Cómo que te vas a casar con ella? —logré articular.
Damien se encogiĂł de hombros y se rascĂł la sien, el hecho de que estuviese actuando como si le hubiese encontrado simplemente viendo algĂşn video obsceno en lugar de teniendo eso, estaba catapultando mi enojo.
—Pues… La situación en la familia ha cambiado, Irina.
—¿Cómo que ha cambiado? ¿De qué hablas? ¿Tu madre te ha pedido que me dejes? ¿Tu hermano? —Mi voz se quebró un par de veces, pero me negaba a llorar frente a ellos.
Una parte de mĂ se sentĂa humillada por el hecho de que, en un abrir y cerrar de ojos, habĂa dejado de lado su evidente infidelidad, preocupándome solo por el hecho de que me estaba dejando. Mi orgullo estaba siendo pisoteado no solo por ellos, sino por mi propia desesperaciĂłn de no perder al hombre de mis sueños.
—Tengo que hacerlo por la empresa, nena… Estoy a nada de quedarme con todo. ¿Te imaginas? Yo, al mando de las industrias Lefrev´s —exclamó emocionado.
—No te entiendo, Damien. Eso no tiene ningún sentido, tu hermano es el mayor, a él es a quien le corresponde tomar las riendas de la empresa.
—SĂ, claro; pero Emmett no se ha casado aĂşn —siguiĂł en el mismo tono, como si eso me diera alguna explicaciĂłn.
—¡¿Y eso qué?! ¡¿Qué tiene que ver que tu hermano no esté casado aún con que me fueras infiel, y quieras dejar para casarte con otra?!
—El testamento de mi padre, ¡eso! Papá estipulĂł que si Emmett no se ha casado para los treinta, entonces las empresas pasarĂan a ser mĂas… solo que yo tambiĂ©n debo haberme casado para entonces o tambiĂ©n las perderĂ©.
—Emmett cumplirá treinta el prĂłximo mes —susurrĂ©, entendiendo lo que decĂa.
—¡Exacto! El hombre no tiene ni novia… asĂ que ya soy en teorĂa dueño de todo, solo debo casarme.
—Pero… Tu hermano… CreĂ que hacĂa un buen trabajo dirigiendo las empresas.
—SĂ, claro, pero nada de eso importa si no cumple con el requisito de mi padre, fue muy especĂfico en eso, Âżentiendes?
—SĂ, supongo que eso lo entiendo, pero… si lo que necesitas es casarte, Âżpor quĂ© ella? —SeñalĂ© a Nadine, que ahora se sentaba de piernas cruzadas en la banqueta, aun mirándome con superioridad.
—Mi primera gran movida de negocios, claro está. Nadine es la heredera del mayor fabricante de Champagne de Francia, casarnos representa la uniĂłn de las más grandes empresas del paĂs, seremos una potencia.
—Entonces… Has preferido casarte por conveniencia que por amor —susurrĂ© dolida, siempre habĂa sabido que Damien era ambicioso, pero siempre lo vi como un punto a favor. Quise creer que su ambiciĂłn le harĂa querer crear algo por su cuenta, ser tan exitoso como su padre, quizás ocupar algĂşn cargo junto a su hermano, no que tornarĂa todo en codicia.
De pronto su risa me hizo volver el rostro hacia Ă©l.
—¿Qué ocurre?
—Vamos, Irina… ÂżAmor? El amor no es importante para mĂ, y lo de nosotros no era amor, nena. A ti te gustaba el estatus que yo te daba, y a mĂ me gustaba jugar contigo, eso era todo, no te engañes. —RechinĂ© los dientes al oĂrlo—. Además, necesito una dama que pueda estar a la altura de mi lugar, y tienes que reconocerlo, nena… TĂş no eres apta para eso.
—¿Soy muy poca cosa para ti? —preguntĂ©, hablando ya desde la bilis. Herida y humillada, sentĂa que ya no quedaba nada dentro de mĂ.
—Nunca dije eso, Irina, pero…
—¡Solo mĂrate! —exclamĂł Nadine con voz burlona—. Tienes puesto un lindo vestido, pero estás descalza y sudorosa, no creo que nadie pueda llamarte una dama, nadie podrĂa llevarte a una gala y estar orgulloso de ti.
—Vamos, Nadine… No hay necesidad de ser tan bruscos con ella —le dijo Damien, mirando sobre su hombro, la mujer entornó los ojos, pero yo aproveché esa distracción para salir huyendo del depósito.
La noche ya habĂa caĂdo por completo, todo estaba a oscuras, salvo por el sendero que habĂa usado para llegar ahĂ. TirĂ© las sandalias al suelo y empecĂ© a correr. Las luces de un auto iluminaron mi espalda de pronto, pero yo no dejĂ© de correr, apresurĂ© el paso aunque sabĂa que no servirĂa de nada, pero temĂa que fuese Damien, no querĂa volver a verlo.
Tropecé con una piedra en la que no reparé y caà de bruces sobre la tierra rojiza, antes de escuchar el chirrido de los neumáticos.
Cuando empecĂ© a oĂr los pasos acercándose a mĂ, empecĂ© a llorar desconsolada, sabiendo que no podĂa quedar más en ridĂculo… Me habĂa torcido un pie; no solo me habĂa engañado y me habĂa dicho que yo no era digna de casarme con Ă©l, sino que ahora tendrĂa que dejar que Damien y Nadine me llevaran de vuelta al pueblo.
—¿Te lastimaste? —me incorporĂ© en un movimiento sobre el suelo al oĂr la voz del hombre que se paraba ante mĂ.
—¿Emmett? —susurrĂ©, intentando limpiarme la tierra de la cara, pero al mezclarse con mis lágrimas se habĂa vuelto una pasta asquerosa. DebĂa tener el rostro cubierto de lodo—. ÂżQuĂ© haces aquĂ?
—¿Puedes levantarte? —preguntó una vez más, ignorando mi pregunta.
AsĂ era Emmett Lefrevbre, un hombre autoritario que no permitĂa que nadie le pasara por encima, Ă©l era siempre el que hacĂa las preguntas y si no… decidĂa cuándo responderte; no me quedĂł de otra más que sacudir la cabeza, negando… resignándome a que parecĂa ser mi destino quedar en ridĂculo frente a esa familia.
—Creo que me torcà el tobillo —murmuré.
Él se agachĂł junto a mĂ y examinĂł mi pie, lo moviĂł de un lado a otro con cuidado y luego me tomĂł en brazos para subirme a su camioneta. CerrĂł la puerta junto a mĂ y mientras rodeaba el auto, las lágrimas empezaron a salir otra vez, ÂżcĂłmo le explicarĂa eso a mi padre?
—No quiero ir a casa —sollocĂ©, ya no me importaba humillarme, no podĂa estar más abajo.
—No planeo llevarte a casa aĂşn —fue todo lo que dijo antes de poner el vehĂculo en marcha.
Una hora despuĂ©s, nos encontrábamos en un pequeño aparcadero a un lado de la vĂa cerca de la iglesia, una zona poco transitada a esas horas. Emmett habĂa hecho una parada en una pequeña tienda del pueblo y habĂa comprado unos antiinflamatorios, toallas hĂşmedas, un par de bolsas de guisantes congelados y un gran suĂ©ter de esos que se les vendĂa a los turistas.
El suĂ©ter me ayudarĂa a ocultar mi vestido sucio, Ă©l me ponĂa las bolsas de guisantes sobre el tobillo para ayudar con la inflamaciĂłn mientras yo me limpiaba la cara con las toallas. Estaba sentada sobre el capĂł de la camioneta, agradeciendo la frĂa brisa que nos golpeaba en ese momento.
—Asà que… Pretende quedarse con la empresa —murmuró Emmett, apoyando su cadera contra el parachoques.
—IncreĂble —resoplĂ© entre una risa cĂnica—. ÂżDe todo lo que te dije, eso fue lo Ăşnico que escuchaste?
—EscuchĂ© todo, pero eso es lo Ăşnico que me afecta directamente. —Me mirĂł y tuve que reconocer que tenĂa razĂłn.
De entre todas las personas del mundo, si habĂa alguien a quien no le importaba si Damien me habĂa engañado, era a Ă©l. Emmett se caracterizaba por ser poco empático y brutalmente honesto.
—Buen punto… SĂ, dijo no sĂ© quĂ© cosa sobre el testamento de tu padre y que Ă©l ya casi tiene la empresa en sus manos porque tĂş no te has casado. ÂżEs en serio eso?
—¿Qué cosa?
—¿Te pueden quitar la empresa por eso?
—SĂ, papá fue muy claro en esa cláusula. Él formĂł y manejĂł la empresa apoyándose en su familia, quiere que se mantenga asĂ, creĂa que un hombre sin familia pierde el rumbo muy fácil.
—Tu papá era un hombre sabio —murmuré—, pero sinceramente dudo que una familia vaya a ayudar a Damien, apostarĂa a que llevará la empresa a la ruina y perderá todo el dinero en casinos y mujeres.
—SĂ, yo tambiĂ©n lo creo. Mi hermano no heredĂł la inteligencia de mi padre, en cambio sĂ heredĂł la ambiciĂłn descontrolada, solo que la está orientando muy mal —RiĂł en medio de un resoplido—. Creo que alguien debe darle una lecciĂłn, y se me ocurre una bastante buena.
—¿Cuál?
—Casarme antes de los treinta.
—Claro, eso serĂa genial, solo olvidas un pequeño detalle, señor “yo soy más listo que mi hermano”.
—¿Qué no tengo prometida?
—Exacto.
—Pero tengo a alguien en mente, creo que serĂa la mejor esposa para mĂ.
—¿Y quién es esa afortunada señorita?
—Una mujer que conoce mi situaciĂłn, y no pondrĂa “peros” para una boda rápida y sin grandes festejos. Quizás la que fuera novia de mi hermano, esa a la que Ă©l dejĂł por una que considerĂł más digna, y que estĂ© deseosa de vengarse de Ă©l —respondiĂł mirándome con fijamente, mientras yo abrĂa los ojos de par en par ante su propuesta.
Hospital Universitario Pitié Salpêtrière.
Distrito 13, ParĂs, Francia.
Presente
Emmett mantenĂa los ojos fijos en mĂ, pero tenĂa la mirada perdida, por lo visto le habĂa dado mucho en quĂ© pensar.
Yo estaba muerta de nervios mientras esperaba a que dijera algo, pero aun asĂ me pareciĂł increĂble que, pese a solo estar vistiendo una insĂpida bata de hospital, siguiera viĂ©ndose tan intimidante como cuando residĂa alguna de las juntas, esas que solĂa presidir antes del accidente.
—Asà que… Lo hicimos para poder quedarme con la empresa. —Comentó finalmente, y aunque no era una pregunta, yo decidà asentir.
—SĂ, nos casamos ese fin de semana… Nadie pudo refutar nada.
—¿Y mi familia lo aceptó asà sin más? —preguntó incrédulo.
—No, obviamente Damien enloqueciĂł de rabia, quiso desestimarlo todo, pero… Era un matrimonio real… legal. Tu mamá no hizo el mismo drama, pero sĂ nos abordĂł en privado, por separados, pero… tal y como tĂş habĂas planeado, ambos le dimos la misma versiĂłn: siempre habĂamos sentido algo el uno por el otro, pero Damien estuvo siempre en el medio, cuando ya no fue asĂ… Nos escapamos al dĂa siguiente a Estrasburgo, fuimos al Registro Civil y estuvimos casados para el fin de semana. TenĂamos tres semanas de casados para cuando cumpliste los treinta. No pareciĂł conforme, pero nos dejĂł estar.
—¿Y ya? —siguió burlándose.
—No, claro que no. Damien le dijo a todos lo que habĂa pasado entre nosotros, que yo solo buscaba venganza y que tĂş solo tratabas de mantener el control de la empresa. Vivimos en el ojo del huracán durante meses, todo era un caos, murmuraban a donde quiera que Ăbamos, Damien y Nadine procuraron hacerme la vida imposible desde que descubrieron que tras un divorcio tambiĂ©n habĂa una clausula similar en el testamento. AsĂ que tomamos la decisiĂłn de irnos de la mansiĂłn Lefrevbre y compramos una casa en Estrasburgo, eso nos dio algo de paz, pero… A los pocos meses…
—Tuve el accidente —concluyĂł Ă©l mientras yo asentĂa—. ÂżQuĂ© me pasĂł?
—HabĂas pasado el fin de semana en el pueblo, supervisabas la cosecha. Cuando venĂas de regreso… Tu auto perdiĂł el control, caĂste por una ladera... atravesaste el cristal y diste contra un muro —Los labios me temblaron al recordar el estado en el que habĂa llego al hospital, cuando lo vi pensĂ© que ya estaba muerto—. Reaccionaste un par de veces esa primera semana, luego nada… DespuĂ©s abriste los ojos el mes siguiente, luego nada otra vez… Tuviste un paro respiratorio una vez, creĂmos que morirĂas. —SollocĂ© una vez más.
—¿Por qué te quedaste? —pregunto él un minuto después—. ¿Sientes lástima por m�
—¡No! —le aseguré de inmediato—. Me quedé porque soy tu esposa.
—SĂ, sĂ… Ya ese cuento no escuchĂ© —gruñó otra vez—. EntendĂ lo que obtuve a cambio de mi libertad, y creo que puedo entender lo que tĂş ganaste, pero… Si ya estaba medio muerto… ÂżPor quĂ© quedarte?
—Ya te lo dije, me quedĂ© porque soy tu esposa. Quizás no nos casamos por amor, pero yo firmĂ© un papel que me obliga a estar contigo en las buenas y en las malas… me comprometĂ con eso, y he procurado hacerlo cada uno de estos dĂas.
—Claro, siempre has sido una chica buena, no me sorprende, pero insisto… Ya estaba prácticamente muerto, ¿por qué quedarte? ¿Qué más esperas obtener?
—¿Obtener? —preguntĂ© ofendida, cayendo en cuenta de otra cosa que habĂa dicho un minuto antes—. ÂżY a quĂ© te refieres con “puedo entender lo que ganaste”?
—Oh, vamos, Irina… Siempre has sido una niña buena, pero detestabas ser pobre… Eso todos lo sabĂamos. SĂ, estabas muy enamorada de Damien, pero parte de ese amor se debĂa a que Ă©l era rico. Un dĂa la perdiste y al siguiente estabas huyendo a Estrasburgo a casarte con su hermano.
—¿Me llamas oportunista?
—Solo me baso en los hechos —siseó—. TĂş y yo ni siquiera nos agradábamos, me temĂas y Âżde pronto aceptas casarte conmigo? Es confuso.
—¿Qué es lo que te parece confuso?
—¿Por qué aceptaste?
—Porque ofreciste cuidar de mà —admitĂ enfadada y avergonzada—. Luego de lo que me hizo Damien, iba a ser el hazmerreĂr del pueblo, tĂş prometiste devolverme la dignidad que habĂa perdido esa noche, pagaste mis estudios y el tratamiento de papá, y una vida de lujos… claro —concluĂ con amargura.
—Mi muerte te hubiese dejado una gran suma.
—Jamás deseĂ© tu muerte, no te atrevas a acusarme de algo asĂ.
—Vaya… Veo que te has hecho más dura —sonriĂł con burla—, en el pasado jamás me hubieses hablado asĂ.
—He tenido que hacerme más dura. He tenido un año entre visitas al hospital y lidiar con tu familia —ladrĂ© con rencor, despuĂ©s de todo lo que habĂa tenido que pasar, no podĂa creerme que me acusara de todo eso, pero una parte de mĂ intentaba entender su desorientaciĂłn.
—Y aun asĂ… AquĂ estás. Lo que quiero decir, Irina, es que, incluso si me dejabas… al morir te corresponderĂa tu parte, Âżpor quĂ© sigues aquĂ?
Me removĂ en mi asiento y sentĂ que el calor abandonaba mi cuerpo. Emmett no era inocente, jamás lo habĂa sido, y ni el tiempo en hospital ni la amnesia temporal borrarĂa esa caracterĂstica tan arraigada en Ă©l, incluso bajo esa situaciĂłn podĂa adivinar que algo más que nuestro matrimonio me motivaba, y sabĂa que eventualmente lo descubrirĂa, no pretendĂa ocultárselo, pero no se lo dirĂa ahora, tenĂa que esperar fuese el momento adecuado.
SĂ, tenĂa mis propios motivos, mucho más importante que la empresa y que el mismo Emmett, Damien seguĂa con sus ojos puestos sobre la presidencia de Lefrev´s , pero no lo permitirĂa. En parte porque me pareciĂł una canallada, una bajeza incluso para Ă©l que intentara aprovechar la condiciĂłn de su hermano para llegar al poder, cuando se atreviĂł a mencionar la opciĂłn de desconectarlo… rocĂ© la locura.
SacudĂ la cabeza, tratando de sacar el rostro ensangrentado de Damien de mi cabeza, y todo el absurdo remordimiento que venĂa con ello… se lo merecĂa, merecĂa lo que le hice y mucho más. Y desde entonces habĂa procurado estar siempre en el medio de su camino, no le permitirĂa ganar, la empresa ya no le pertenecĂa ni siquiera si Emmett morĂa… y no estaba dispuesta a ceder eso, pero para eso era necesario que Ă©l recuperar la memoria rápido.
—Porque seguimos bajo la mira del cañón, Emmett —decidà responder, siendo esta una verdad y una mentira a partes iguales.
Ya nadie podĂa darle vuelta atrás al reloj, nuestro matrimonio era real, estaba consumado y se encontraba asegurado para la posteridad, ya con eso no tenĂan nada en nuestra contra. Pero por la condiciĂłn mĂ©dica de Emmett habĂa tenido que ceder muchas cosas, y si para cuando llegaran los demás, Ă©l seguĂa refutándome cosas en lugar de mostrar un frente unido conmigo, que habĂa sido nuestra estrategia… todo se derrumbarĂa.
—Tienes que entender que yo no soy el enemigo, Emmett… Son ellos, es Damien.
Él suspiró y apartó la mirada, se pasó la mano por el cabelló y con ojos nublados se dejó caer hacia atrás. Me levanté de un salto y corrà hacia él.
—¿Te sientes mal?
—Siento que la cabeza me explotará… Todo esto es una locura.
—Lo sé.
—No, ¡no lo sabes! —exclamĂł furioso—. ÂżCĂłmo podrĂas saberlo? TĂş no perdiste un año de tu vida en coma, ni te despertaste para enterarte que te casaste con la exnovia de tu hermano, ¡¿quĂ© más me perdĂ?! —Esa pregunta fue una puntada en mi corazĂłn, pero no era el momento.
—Poco a poco irás poniĂ©ndote al dĂa, debes…
—¡Emmett! —me girĂ© al oĂr la voz a mi espalda.
Paradas frente a la camilla estaban Gioconda y Paulette, madre y hermana de Emmett, ambas tenĂan labios temblorosos y ojos llorosos, anonadadas por lo que estaban viendo.
—¡Hijo mĂo! Estás vivo —exclamĂł la mujer corriendo hacia Ă©l y lanzándose a abrazarlo—. No sabes lo destrozada que me tenĂa verte postrado en esta cama.
—Hola, mamá… Hola, Pau —dijo, mirando a su hermana.
—Hola, gruñón… ¿Cómo te sientes? —saludó ella al borde del llanto.
—Confundido, sorprendentemente cansado... Conmocionado —respondió él suspirando.
—No es para menos —SonriĂł Paulette—, un año en coma no es juego, tienes mucho con lo que ponerte al dĂa. Ni siquiera has conocido al pequeño Elliott, ÂżdĂłnde está, por cierto?
Me puse frĂa al instante, y Emmett frunciĂł el ceño.
—¿Elliott? ¿Quién es Elliott? —preguntó confundido.
—Tu hijo, por supuesto. Asà llamó Irina al niño, es una lástima que te perdieras su nacimiento —respondió su Paulette, sin saber de la amnesia de su hermano.
MirĂ© a Emmett al mismo tiempo que Ă©l volteaba hacia mĂ, respiraba con pesadez y parecĂa tranquilo, pero yo habĂa aprendido a conocerlo, y en sus ojos pude ver cĂłmo el infierno empezaba a arder una vez más, supe que me harĂa pagar por haberle ocultado eso.
Holaaaaaa amigo de colmena soy @deanjelly y le vengo a hablar sobre este libro, según mi opinión personal es muy buen libro, te atrapa desde el principio asà que eso me gusta, los personajes tienen personalidades muy bien desarrolladas asà que no es como que todos actúan igual, creo que es un libro interesante que les puede gustar asà que lo recomiendo al cien busque lo este es solo un pedacito del libro, pero les aseguro que no se van a arrepentir de leerlo, besooooos Dean.✨🌸