| BRUJA | MALEFICIO |

Una vez tuve un sueño en el que jamás quisiera volver, había mucho fuego, muchos gritos y a la vez oscuridad a mi alrededor. Había personas con rostros difusos gritando y agitando tridentes frente a una gran llamarada, y en medio del fuego había una mujer, atada a un gran poste de madera, suplicando por su vida.

La mujer gritaba pidiendo clemencia, con las lágrimas envolviendo sus ojos y el fuego acercándose a su cuerpo. Era mi hermana, Rosa, pagando por su pecado infiel de pactar con demonios y paganos seres de la naturaleza. Con el miedo en la garganta confesó su crimen, la multitud quedó más alterada, pedían con todas sus fuerzas que Rosa fuera consumida.

Sentí una perturbación en mi alma, el ambiente eran tan oscuro y grotesco que deseaba cerrar mis ojos, pero no podía, como si una fuerza me lo impidiera. Cuando finalmente el fuego comenzó a calcinar a mi hermana, una luz púrpura emanó de su cuerpo, convirtiendo las anaranjadas brasas en relampagueantes saetas color violeta.

La gente comenzó a temer y retrocedía, pronto aquellos rescoldos morados comenzaron a salpicar violentamente sobre las casas, los bares, los establos y la iglesia, y pronto todo el pueblo se consumía devorado por un resplandor púrpura. Miraba a mi alrededor y veía a la gente quemarse, suplicando el perdón que mi hermana no les otorgó, todos se quemaban excepto yo, que al final, tuve la desgracia de enfrentarla.

Estaba frente a Rosa rodeado de un caos infernal, ella me miraba con toda la rabia que podía sentir un ser humano. Descendió de la tarima donde era prisionera y se acercó a mi con el cuerpo cubierto en llamas. No podía ver nada más que sus ojos, brillantes como dos faros de luz tenue.

Con el cuerpo casi deshecho llegó hasta a mí, se acercó a mi oído para conferirme palabras inentendibles; oraciones en otro idioma, luego me miró fríamente, esbozó una sonrisa y luego se desvaneció, como un cumulo de cenizas. Fue allí cuando desperté, casi fuera de mi cama extendiendo mi brazo derecho para tomar un tarro con agua.

Me levanté con el miedo aún agitando mi corazón, el cuerpo sudado y las piernas casi dormidas. Esperé a que llegara la madrugada para confesarle mis temores al Padre Alfonso, quien fue asignado como mi compañero en la búsqueda y erradicación de mi hermana. Le comenté mi sueño escuchando él con detenimiento, y al final, cuando hube terminado, se levantó de su asiento con el rostro serio posándose frente a la ventana.

Me dijo que este mal era irremediable, y que mi sueño solo significaba que sobre el pueblo había caído un poderoso maleficio, que comenzaría desde el bosque para extenderse y consumir todo a su paso. Sus palabras me dieron miedo y, fue en ese momento, en que pensé que mi hermana debía ser detenida cuanto antes.

El Santo Oficio había sacrificado mucho por esta empresa, varios inquisidores ya han desaparecido a causa de sucumbir a la tentación de acudir al llamado del bosque. Cientos de personas se encuentran en peligro, incluso yo, que después de haber vivido esa horrible pesadilla, siento que me espera un destino mucho peor que la muerte.