De Bagán a Moreh
La Linterna! Mery Mery Mery la linterna donde está la linterna?! No no no no nooooo!
¡La que me pasó esa noche en ese pueblito sin mapa de Birmania! Yo había tratado de ser de lo más respetuoso con Buda desde que llegamos a Yangón, y se fue todo por el caño.
Después del anecdota del borracho depravado que pretendía que Mery le haga a el, lo que hacen todas las rubias en los videos de su whatsapp, pedalearon María y Manali el bosque por un camino de sierras entre Bagan y Moreh sin saber qué otros peligros podrían emboscarlos. En Bagán habían comprado las bicicletas, y Moreh era su primer destino de esta nueva aventura, en la frontera con la India. India!
El depravado andaba en moto. Ellos lógicamente, en bicicleta. Escaparos metiendo pata y cada cuantas vueltas de pedal parecía escucharse el traqueteo del motor de la moto. Fueron o parecieron horas de persecusión.
Se venía la noche sin que vislumbráramos donde acampar. Mery estaba cansada. Yo enojado. De a veces subía la próxima cuesta y bajaba caminando a buscarla para ayudar a subir su bici. Me sentía Nando Parrado. Mery era Canessa. Si no nos alcanzaba el depravado, sí lo haría alguna alimaña del bosque.
Después de la subida viene la bajada. Después de la subida tiene que venir la bajada, repetía para sus adentros el ciclista Pali Manali.
Finalmente treparon la última cumbre -y a diferencia de Parrado y Canessa- se les reveló un paisaje hermosamente fácil. Una bajada larga entre chacras y chacareros y un sol tan rojo que podían mirarlo sin encandilarse. Unos cinco kilometros sin pedal rodaron para llegar a una aldea arrocera que los recibió con color y cariño. Calor de hogar.
Trajeron a la Maestra que hablaba un poco de inglés y firmamos el libro de visitantes de la aldea. Habiamos escapado del nefasto personaje, y estábamos seguros (en este sentido) aunque sea por esa noche.
Llegaron cansados y hambrientos pero la hospitalaria familia los recibió muy cálidamente, con whisky primero como si fuera necesario despertarles el apetito. Buena costumbre dejó el imperialismo inglés en esa parte del mundo. Alguna cosa buena, el imperialismo trae. Lo bueno del aperitivo, faltó a la hora de la comida. Y Manali no sabe como rehusarse a tanta atención. Mery sin problema le dijo a la doña, "de este no, gracias." Fué en inglés o español y la doña comprendió. Manali ante tanto agasajo, comió y comió, aunque la mitad de las variedades estaban sabrosas, ¡algunas eran incomestibles!
Yo no podía dejar algo en el plato. Sentía que rechazaba su bondad. Entonces me zampé hasta el último brote de bambú oloroso, medio podrido, va! ¡Totalmente podrido! Finito. Se acabaron las exquisiteses. Logrado. Agua por favor. Gracias. No recuerdo como se dice en birmano.
Por lo general cuando alguien les hospedaba en destinos recónditos de dialectos raros, lo primero en la comunicación era decirse los nombres, País de procedencia, Estado civil; a lo que con Mery decían que éran casados con hijos, para descartar insinuaciones hacia ella primero y hacia Manali después. Luego les mostraban el lugar donde dormirían, y el baño. El baño en aquella villa que no aparecía ni en google maps era comunal, en el medio de las cinco o seis chozas de bambú que conformaban el barrio entre las plantaciones de arroz. O sea que más o menos equidistaba el baño de cada unidad familiar en aquel lugar.
Me acosté esa noche después de una cantarola atorada, con un sentimiento intranquilo en la panza. El lugar que la doña había preparado para nosotros era en el templo de la casa. Es decir, un lugar donde ellos rezaban o meditaban con Buda. A los pies de Buda estiramos nuestras bolsas de dormir y ahí con el cansancio de un largo día nós echamos a dormir.
Mery, la linterna! ¡La linerna la linterna! ¡No no NO! Ya era tarde. No importaba cuán rápido pudiera hacer luz para correr a encontrar el baño de la villa, aquel banquete que embutí para mis adentros, forzó su salida ahí nomás a los pies de Buda. Sin más significado que el que tiene hacer las necesidades, puedo decir, me cagué a los pies del Budismo. Luego entre perros que me ladraban pude llegar al mentado baño y allí siguió una larga sinfonía que seguro todo el pueblo sonsoñando tuvo el deleite de escuchar. No fué mi noche más feliz. Nada más que agregar.
En cuanto a las bicicletas, para mí hicimos buen negocio en la compra. Aunque Mery diga que en medio de la negociación ella salió y al volver estaban más caras que al principio las bicis.
Como sea, al precio final las llevamos. Y ellas nos llevaron. Quinientos kilometros de Birmania a la India en diez días.
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