—¿Escucharon lo que le pasó al niño de la casa 333?—inquirió un hombre regordete, mayor de cuarenta años, sus ojos estaban cristalinos y, por alguna razón, su mano se encontraba en el lado izquierdo de su pecho, una mujer pelirroja lo miró y parpadeó un par de veces mientras negaba, le sonrió para intentar calmarlo pero al hombre sólo se le salieron la lágrimas, mientras que un par de niños lo miraban sin entender qué pasaba y se escondían tras su madre, la mayor de ellos apretaba la mano de su hermano menor mientras un mal presentimiento y una incomodidad se sentían en su estómago, la niña había tenía la sensación de que nada bueno saldría por la boca del hombre. —Hoy ha muerto... el hijo de los italianos.
La mujer abrió los ojos de par en par, jadeó y llevó una mano a su boca.
—No puede... eso no puede ser...—sus jadeos incrementaron y llevó una mano a su pecho. —¿Qué fue lo que pasó?—el hombre negó.
—No lo sé a ciencia cierta pero... se suicidó luego de haber matado horriblemente a sus padres.
La niña tapó los oídos de su hermano menor y se apartó de allí sin decir prácticamente nada, ella, de apenas nueve años, comprendía que no eran cosas en las que debían meterse unos niños, pero su madre los detuvo y sacó de su bolsa unos billetes, luego de dárselos hizo un ademán para que ambos se fueran y se quedó a solas con aquél hombre que era el más cercano a aquella familia.
En aquella casa había un olor putrefacto y un aura pesada, el ambiente era lo suficientemente aterrador como para que nadie quisiera ir a revisar qué pasaba, pero el trabajo de los policías era exactamente lo contrario, indagar hasta averiguar qué había pasado.
Con ellos se encontraba un novato totalmente sensible y que se asqueaba fácilmente, había salido del sitio a vomitar en el jardín de entrada, uno totalmente cuidado, se encorvó y de su boca salía la bilis raspando su garganta y haciendo que unas lágrimas salieran de sus ojos, él estaba seguro de que la señora de la casa le ponía empeño a su bonita entrada, la cuál él había arruinado, eso lo hacía pensar que manchaba su memoria pero ya lo había hecho.
Pese a que habían preguntado e indagado nadie parecía saber lo que pasaba, hasta que uno de sus superiores salió de la casa con un diario en mano, éste tenía en la portada una página amarillenta y en otro idioma, el joven no pudo entender qué decía, y temía el preguntar.
Una joven se le acercó y le tendió un pañuelo, su semblante era serio, y toda la tensión del lugar recaía en ellos.
—Es normal que seas sensible a éste tipo de escenas... la verdad no cualquiera reaccionaría bien a tanta sangre y el olor tan hediondo que emana la casa.—le dijo, su voz sonaba totalmente comprensiva, pero su rostro decía lo contrario, estaba fruncido, miraba al horizonte y no había sido capaz de verlo, tal vez por el vómito.
—Muchas gracias.—fue lo único que salió de sí, se limpió los rastros de bilis de su boca y la vio marcharse hacia su auto, sin poder detenerla y la verdad todo el caso iba a necesitar apoyo moral, o al menos así lo sentía.
2 días después.
Mientras intentaban reconstruir el caso, el sacerdote de la parroquia se había acercado a echarle un vistazo a aquél pedazo de papel de color amarillo, cuya traducción del latín había dejado desconcertados a los detectives, "Qui sequitur me non ambulabit in tenebris sed habebit lucem vitae."* John 8:12, pero estaba incompleto, como si alguien hubiese arrancado un par de páginas y con ello hubiese cubierto el diario, para que luego alguien más arrancase dichas páginas para leerlo.
El señor, ya mayor de los sesenta años, tomó asiento frente a uno de los detectives, de nombre Walter, el cual posó aquél cuaderno de cuero frente al anciano, la oración estaba completa pero faltaban pedazos de papel y era notorio para el mayor.
Se leía perfectamente, el sacerdote nunca en su vida había visto un libro así.
—¿Puedo tocarlo?—inquirió, acercando sus manos al cuaderno, el cual estaba envuelto en plástico para que no se contaminara con las huellas dactilares y sólo tuviese las de aquellos que lo habían tocado.
—No veo por qué no, adelante.—el detective intentaba actuar natural, pero era bastante obvio que el caso en sí le dejaba un mal sabor de boca de sólo pensarlo.
El mayor lo ojeó, era complicado abrirlo pero era más que obvio que el bicho de la curiosidad le había picado, así que le propuso el detective el ponerse guantes y mascarilla para que lo leyese con tranquilidad, aunque la gran mayoría de las páginas eran tan viejas que se notaba que pronto podían romperse.
Habiendo hecho lo necesario, entraron a una habitación apartada donde se recogían las muestras de huellas o de sangre, no se había mencionado, pero nadie en el departamento había querido abrirlo debido a que les aterraba el resultado.
Antes de abrirlo, el mayor elevó una oración y procedió a abrirlo cuando creyó estar preparado, bajo la mirada atenta de Walter, al hacerlo, lo primero que divisó fue una mancha de sangre seca, que parecía bastante vieja, pero la letra era descuidada y la sintaxis no era buena, como la de un niño o niña.
El detective se acercó y decidió arrancar aquella página para procesarla luego de que acabasen de leer.
A cada página que se leía un ambiente pesado se instalaba y el calor aumentaba, así como el sudor entre ambos hombres y el ritmo cardíaco se aceleraba, pese a que el detective nunca había visto algo así.
El diario sólo se centraba en la vida de una niña rica, y no tenía muchas variaciones hasta un poco más de la mitad del cuaderno cuando de repente, uno a uno narra específicamente cada asesinato cometido desde el año 1981 hasta la actualidad, donde, igual como el caso de aquella familia, aquél ente asesinaba a cada niño que encontraba el diario, pero había una nota casi al final, una de un sacerdote que decía lo había sellado, tal vez un error o alguien había sacado el diario por accidente, ya que en un lapso de tiempo se detienen los asesinatos —año 2000— hasta la fecha.
Aún cuando no debía, aquél joven prefería creer que todo era un juego de niños y que ese "diario" era una farsa, pero el miedo le consumía y en ese punto, había dejado de respirar, miró al anciano a su lado, pero su cara comenzó a deformarse y una sonrisa macabra se instaló en su rostro.
—¿Pero, qué...?
Se sonó el cuello, cosa que aterró más al joven, en lugar de un anciano, se había encogido y parecía una niña de unos diez u once años, la cual vestía de negro y lo miraba fijamente.
—Has caído en mi juego, ahora... apostemos, si resuelves mis acertijos te dejaré libre... pero de lo contrario—fue interrumpida de manera abrupta por los gritos ahogados y desafinados del hombre.
—¡Ni siquiera lo pienses!
Al terminar aquella frase, su nariz comenzó a sangrar y sus costillas se quebraban por sí solas, sus ojos se llenaron de lágrimas y cada segundo que pasaba parecía una eternidad, temblaba y apretaba su mandíbula, mientras su rostro se tornaba de un color carmesí.
—Tú leíste mi diario, no debiste hacerlo, es malo entrometerse en la vida privada de las lindas jovencitas.
Jadeando y gimiendo del dolor intentó llegar a la puerta.
—Los juegos deben ser divertidos... ¿Por qué no te diviertes conmigo? Porque éste juego durará por toda la eternidad...—fue lo último que alcanzó a oír antes de caer inconsciente.
Le habían llevado al hospital, pero lamentablemente, no duró mucho tiempo vivo y su muerte fue dolorosa y tortuosa, por si fuera poco, aquél diario se había perdido.
Pero lo que más desconcertados había dejado a los habitantes del pueblo, es que el sacerdote de la parroquia había desaparecido sin dejar rastro, al igual que el cuerpo del niño que había cometido suicidio, Andreas, un niño de apenas siete años.
Fin.
la traducción del texto presentado es: "El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." -Juan 8:12, cabe destacar que no confío en el traductor de Google, no sé si así es como se traduciría en latín, pero de seguro es más o menos así.
Si mal no recuerdo, los números 333 son una señal de mal agüero, así como el 444 en Japón.
El ente aquí presentado no representa a ningún fantasma en particular y fue sacado de mi propia imaginación.
No se narra en sí, pero el sacerdote nunca estuvo en la comisaría, al contrario de ello podría decirse que ya había desaparecido para aquél entonces.
Espero les haya gustado, si tienen alguna duda, sugerencia o comentario será bien recibido, estoy abierta a cualquier crítica positiva que quieran darme.