Este relato que compartiré a continuación es uno de los cinco ejercicios literarios con que participé en el X Mundial de Escritura, promovido por Santiago Llach. Aquí les dejo el link de la Página Oficial, por si alguien está interesado/a en la próxima edición.
Sin embargo, quiero aclarar antes lo siguiente:
Con esta imagen, una captura de pantalla de la sección de preguntas frecuentes del sitio web del Mundial de Escritura, explico que cada texto mío compartido allí me pertenece y no está sujeto a ningún compromiso editorial.
English Version - Click Here
This story that I will share below is one of the five literary exercises with which I participated in the X World Cup of Writing, promoted by Santiago Llach. Here is the link to the Official Website, in case anyone is interested in the next edition.
However, I would like to clarify the following:
With this image, a screenshot from the FAQ section of the Writing World Cup website, I explain that every text of mine shared there belongs to me and is not subject to any editorial commitment.
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Vigilancia
Vigilancia
Lo que tengo de esa calle es una foto. Y es que estuve parada allí veintidós días con sus noches.
Bueno, no voy a exagerar. Me vieron a ratos de pie, otras veces sentada y miré por donde se metían las hormigas para cruzar la calle. Esto me pareció curioso. ¿Será que ellas aprendieron que el mejor camino no era el iluminado por la luz del sol, o de la luna?
Esta idea la tuve mucho tiempo en mi cabeza, y te confieso que quería que desapareciera pronto, pues interfería en mi labor investigativa. Sí, ya lo sabes. Estaba en el cumplimiento del deber.
Otra cosa que me llamaba la atención era el movimiento de la luz, avanzaba como una brocha por el asfalto. O no, lo que hacía era succionar poco a poco el frío de la noche como si la calle fuera un espagueti.
También me sentía atraída por esta idea. Y como tengo alma de poeta quería buscar otras metáforas para luego escribirlas de noche, cerca de mi mesita de luz. No tengo una.
{risas}
No es fácil retener tanto. Las primeras cuarenta y ocho horas de una vigilancia pueden parecer poco para quien no hace nada, pero yo tenía demasiadas cosas en las que pensar, y el tiempo como que se alargaba.
Para colmo me agobiaban los pensamientos de la gente que pasaba, o los de aquellos que ya se habían acostumbrado a verme desde sus viviendas, allí apostada, como una sombra. La gente es mala, y no tiene moral. Me arrojaron pensamientos apestosos y hasta un tibor con orina y heces fecales, varias veces.
Sin embargo, no me moví de ese sitio. Aguanté. Estoica.
Desde allí veía también las ventanas abrirse, cerrarse… y otras que ya habían dejado de ser ventanas. Esos edificios demacrados parece que no salen de una migraña para entrar en otra.
Tuve también un poco de migraña.
En resumen, o no sé si empezar ya a resumir, la foto la guardo en mi cabeza. Es la única caja a la que nadie va a poder acceder aquí en este lugar. Esperé y esperé y ella jamás vino. Lo último que vi el día que me desmayé fue una ambulancia destartalada, de donde se bajaron unos perros, mucha gente vestida de negro y me agarraron las manos y los pies muy duro, como si yo estuviera haciendo resistencia. No sé, porque todo me daba vueltas y apenas sentía mis labios. Estaban como dormidos. Oía sus voces a lo lejos, gritando, maldiciendo. Decían que aquello era demasiado y que no lo podían soportar, tanta sangre, la mujer con las tripas alrededor del cuello. ¡Qué raro, eso me recordó una película!
Es tan blanco aquí. Todo lo contrario de aquella esquina, donde había más colores. Y el sonido de los limpia-calderos, tan rítmico. Ellos llegaban a las ocho u ocho y media y se iban sobre las cinco de la tarde. Venían con sus mochilas verde olivo y dentro tenían toda clase de alambritos, esponjas, clavos y tuercas… “las tuercas en masa, limpian”, decía uno.
José, el más flaco de todos, y el más alto (me reía porque parecía Don Quijote. Solo le faltaba la adarga), tenía también piedrecitas de río para limpiar los cuencos esos de metal. Se veían tan bonitas allí dando vueltas en el fondo del caldero. Pero él siempre tenía las uñas tan sucias y las manos, no iban a ser blancas jamás. Lo sé, como que me llamo…
¿Cómo me llamo?
Yo miraba mis manos después de que pasaba la vista por las de ellos y estiraba la bemba, como diciendo: qué va, eso no lo hago yo.
Lo mejor de este lugar tan blanco es que las manos siempre están más limpias que de costumbre. Pero a veces te juro que quisiera ser una hormiga. Las hormigas saben mucho, aprendieron que el mejor camino no es el iluminado, sino el más sombrío. Y aquí estoy yo intentando encogerme, quiero ser una hormiga, pero hoy me apretaron demasiado los brazos en la espalda.
(2023-09-12)
English version - click here
Surveillance
What I have of that street is a photo. I stood there twenty-two days and nights.
Well, I'm not going to exaggerate. They saw me at times standing, at other times sitting and I looked where the ants were getting to cross the street. I found this curious. Could it be that they learned that the best way was not the one illuminated by the light of the sun, or the moon?
This idea was in my head for a long time, and I confess that I wanted it to disappear soon, because it interfered with my investigative work. Yes, you already know. I was in the line of duty.
Another thing that caught my attention was the movement of the light, it moved like a brush across the asphalt. Or not, what he did was suck the cold of the night little by little as if the street were spaghetti.
I was also attracted to this idea. And since I have the soul of a poet, I wanted to look for other metaphors and then write them at night, near my bedside table. I don't have one.
{laughs}
It's not easy to retain that much. The first forty-eight hours of a watch may not seem like much to someone who does nothing, but I had too many things to think about, and the time kind of dragged on.
To make matters worse, I was overwhelmed by the thoughts of the people who passed by, or those who had already become accustomed to seeing me from their homes, stationed there, like a shadow. People are bad, and they have no morals. Stinky thoughts and even a can with urine and feces were thrown at me, several times.
However, I didn't move from that place. I hung in there. Stoic.
From there I could also see the windows open, close... and others that had already ceased to be windows. Those emaciated buildings don't seem to come out of one migraine to enter another.
I also had a bit of a migraine.
In short, or I don't know whether to start summarizing, I keep the photo in my head. It's the only box that no one is going to be able to access here in this place. I waited and waited and she never came. The last thing I saw the day I fainted was a ramshackle ambulance, from which some dogs got out, many people dressed in black and grabbed my hands and feet very hard, as if I was resisting. I don't know, because everything was spinning around and I could barely feel my lips. They were as if asleep. I could hear their voices in the distance, screaming, cursing. They said it was too much and they couldn't stand it, so much blood, the woman with her guts around her neck. That's weird, that reminded me of a movie!
It's so white here. Quite the opposite of that corner, where there were more colors. And the sound of the cauldron cleaners, so rhythmic. They would arrive at eight or eight-thirty and leave around five in the afternoon. They came with their olive green backpacks and inside they had all kinds of wires, sponges, nails and nuts... "Nuts en masse, they clean," said one.
José, the skinniest of them all, and the tallest (I laughed because he looked like Don Quixote. The only thing missing was the buckler), he also had small river stones to clean the metal bowls. They looked so pretty there circling at the bottom of the cauldron. But his nails were always so dirty and his hands were never going to be white. I know my name is like...
What's my name?
I looked at my hands after I looked at theirs and stretched out my lips, as if to say: what's the matter, I don't do that.
The best thing about this white place is that your hands are always cleaner than usual. But sometimes I swear I wish I was an ant. Ants know a lot, they learned that the best path is not the enlightened one, but the darkest one. And here I am trying to shrink, I want to be an ant, but today my arms were too tight behind my back.
(2023-09-12)
Original content (text and photos), by @nanixxx.
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