ROJA (cuento)

()

Caperucita estaba cansada, más que cansada, aburrida de la tediosa rutina que llevaba, de la irritante voz de su madre mandándola por recados y diciéndole que hacer o que decisiones tomar en todo momento.
Una vez más fue a llevarle la cesta con comida y medicinas a su abuelita, aquella vieja parecía estar siempre enferma, condenándola a repetir esa trayectoria al menos cuatro veces por semana desde hacía ya demasiado tiempo.

  • Ve por el trillo y no por el bosque ¡Terribles peligros te esperan si tomas ese camino, el lobo te devorará!- resonaba la voz de su madre en su cabeza.
    Pero Caperucita no tenía ningún interés en seguir sus instrucciones, había decidido de una vez y por todas que dejaría de fingir conformidad con tan insulso modo de existir, que por fin daría cumplimiento a los deseos que la atormentaban por dentro; cada vez la idea de que el lobo la engullera le parecía mas atractiva. Se adentró en lo más oscuro del bosque buscándolo, no le asustaban las sombras ni los sonidos espeluznantes; le resultaban entretenidos, como si le añadieran emoción a la situación. Casi se daba por vencida en su búsqueda y en ese preciso instante sintió como algo se acercaba por detrás suyo y la olisqueaba inquisitivamente. En un gesto sumamente brusco la volteó hacia él y quedó pasmado, el brillo que ella traía en los ojos le resultaba desconcertante, usualmente la gente corría despavorida; pero, ¡ahí estaba ella mirándolo a los ojos como si nada!

La chica retomó su camino hacia la casa de la abuela y él la siguió. Al llegar tocó la puerta suavemente como de costumbre para anunciarse, dándole paso al lobo que entró como una ráfaga mortífera, desmembrado a la vieja sin siquiera darle tiempo a reaccionar, luego se acostó en la cama ensangrentada tapándose de pies a cabeza, solo dejando los ojos a la vista y Caperucita volvió a tocar la puerta.

  • Pasa querida- dijo el lobo con voz muy ronca
  • ¡Abuelita pero que ojos tan grandes tienes!- decía Caperucita conforme iba destapando al lobo.
  • Son para verte mejor.
  • Pero abuela, ¡que orejas tan grandotas!
  • Son para oírte mejor.
  • ¡Abuelita, que dientes más grandes tienes!
  • ¡Son para comerte mejor!- dijo el lobo abalanzándose sobre ella y arrancando toda la ropa que llevaba puesta.

Hicieron algo parecido al amor sobre esa cama inundada en sangre y tripas. Al terminar aquel malsano ritual ella se vistió con la capa blanca que solía usar sobre la ropa, única vestimenta que quedó luego del frenesí del lobo, ahora teñida en rojo con la sangre de su propia abuela. Se pusieron en marcha entonces Caperucita Roja y su Lobo Feroz con destino a casa de su madre, a ver que tenía para decir ahora sobre el bosque y sus peligros.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
Join the conversation now
Logo
Center