Los pájaros y los hombres tenemos una historia en común. Su trinar matutino, sus aleteos y sus silencios agoreros. En fin, quiero compartir con ustedes algunos hechos resaltantes entre nosotros y ellos. Empecemos con lo que sería deshonesto evadir, en China, Persia y luego en Europa, desde tiempos remotos el hombre se aficionó a coleccionar, seleccionar y enjaular a las aves. Tristemente, como ven, son cautivas por su encanto.

Ahora seguiré con lo fascinante.

Tal es caso de una pareja, William H. Phelps Jr. y Kathleen Phelps, interesados y apasionados por la ecología. Una vez que adquirieron una propiedad en el Cerro el Volcán al sur de la ciudad de Caracas, la transformaron al hacerle un paisajismo acorde con la finalidad propuesta: invitar a los pájaros a quedarse en la zona, con la promesa de atenderlos con dedicación y constancia. Hoy, se le conoce como Topotepuy y, gracias a la iniciativa de Willy y Katty, los venezolanos tenemos a esos honorables invitados, los pájaros, para estudiarlos o extasiarnos desde hace unos 60 años. Y, dentro del maravilloso grupo de aves, allí conviven nueve especies de colibrí, personaje de poemas, leyendas y cuentos.

Cuenta la leyenda Arahuaca, tomada del libro Paria en el tiempo y en el corazón de Bruno Manara, que quienes tenían el monopolio del tabaco eran los habitantes de las islas de Tabaco (Tobago) y Trinidad. Entonces un piache de tierra firme…“tomó forma de tucusito cola de cobre, y montado en el lomo de una garza llegó a Trinidad, donde robó una semilla de tabaco, que trajo de vuelta a tierra firme.”… Esta clase de colibrí lleva el nombre científico de Amazilia tobaci (amacilia del tabaco) en homenaje a esta leyenda.

El poeta Andrés Eloy Blanco, cuando la supremacía de un dictador exacerba a los hombres, haciéndolos actuar bajo el odio y el rencor, pide, “no derramar ni la sangre que cabe en un colibrí”.

La Biblia, nos habla en el Diluvio Universal de una gran protagonista, la blanca paloma como mensajera. Ella, la encargada de traer al arca una ramita de olivo, aviva la esperanza en el agobiado Noé y deja en sus descendientes, una poderosa alegoría de La Paz.

La mitología nórdica nos cuenta, érase una vez un dios llamado Odin, tenía dos cuervos Hugin y Munin, a este par los enviaba al amanecer a recorrer el mundo, para en la tarde recibir las buenas y malas noticias. De allí el dicho, “me lo dijo un pajarito”. Coterráneos, sabemos que en la última década en Venezuela, este resabio ha perdido credibilidad.

Los pájaros son aliados insustituibles, como para Alfred Hitchcock, en su película de suspenso y terror “Los pájaros” (1963). Desde allí, al verlos actuar magistralmente, la congregación de tordos al atardecer, se me torna amenazante.

Y para conjugar todos los sentidos, entran en escena las aves canoras inspiración de los músicos. Entre ellos, apenas nombro al extraordinario Beethoven, quien proclamó su afición por la naturaleza, y por citar un ejemplo de su extensa obra, nombro a La Pastoral.

Últimamente, un grupo de científicos aseguran que las aves son supervivientes de los dinosaurios. En 1999 se aclararon muchas dudas, con el descubrimiento del fósil de un dromaeosaurio con plumas, encontrado al noroeste de China, en rocas del Cretácico Inferior. Y, hasta les han puesto, cariñosamente, el sobrenombre de “dinopájaros”. Y con este mote comienzan a ser protagonistas en el mundo de los comics.
¿Será que de ahora en adelante debemos decir: Quién fue primero, el huevo o el dinosaurio?

Los dichos populares son aleccionadores, por eso pasan de generación en generación, quién haya leído El Quijote sabrá de qué hablo. Y cómo estamos rodeados de “pájaros bravos” más vale estar alerta. Deberíamos repensar el dicho “Más vale pájaro en mano que cien volando”. Por favor reten esa imagen. Ahora imagina por un momento, que el pájaro en tu posesión es un cuervo.