Al indagar en su realización, me encontré que este filme de acción ha sido el más rentable en la historia del cine, con 350 mil dólares produjo más de 100 millones en su época e, igualmente, se ganó un lugar en la posteridad debido a su estética. Aunque, en teoría, la película se sitúa en un futuro distópico, es evidente que los aspectos aquí abordados apuntan a lo sucedido en el mundo en la década de los sesenta, dichos elementos buscan establecer un nexo comunicativo con aquellos espectadores afines con la ideología propuesta. En este punto, no sería atrevido indicar que ese mismo público que quedó encantado con esta cinta ya había visto La naranja mecánica de Stanley Kubrick y vino por otra dosis de anarquía visual porque acá, de modo similar, el vandalismo se ostenta como una razón para justificar la violencia, el delito y la ilegalidad. Sin duda, este largometraje presenta sin tabúes una visión aterradora de la civilización, no solamente porque se desvanecen los valores mientras avanza el filme sino que también desaparece todo atisbo de optimismo. La naturaleza humana se va desintegrando en cada tramo de la carretera hasta quedar sin atractivo espiritual. Realidad, incluso, que parece estremecer nuestros días actuales, por ello esta película no ha perdido vigencia.