The Enigma of Machu Picchu: Unraveling Secrets from the Past [ENG-SPA]



Create an image that depicts a young girl and her father standing in front of the ruins of Machu Picchu, holding a map and compass, with an air of excitement and determination on their faces. The father is wearing a leather jacket, a half-tilted hat, and boots made from caiman leather, while the girl holds a quartz pendulum.
(AI Art)


Esta es una publicacion bilingue, ud puede ir directamente a la version en español haciendo click AQUI


Today I was sitting on the bed reflecting and those flashbacks came to my mind from those days when I was a little girl and I saw my dad get up from the same bed where I was now.

Putting his hat with a brim to the middle, wearing his leather pants, putting on his alligator skin boots, an alligator that he himself had managed to hunt on the banks of the Amazon River, a giant 7-meter specimen that gave him a fierce battle , take his whip in the style of Indiana Jones.

It always amused me because my father reminded me of this hero and for me he was my greatest hero, my role model.

After getting up, my father would immediately come to my room.

I was 7 years old and he asked me: 'Laura, where do you want to go today?'.

I, with my eyes almost popping out of emotion, marked the place where I wanted to explore on the map.

In those years we were in the ruins of Machu Picchu in Peru, carrying out an exploration, an investigation that had led us to those places.

The task had been assigned to us by the World Pyramid Center, a very serious institution that hired veteran explorers to discover and give clues to the greatest mysteries in all of history.

This time, we were on the trail of the missing number.

It was said that in the tablets of the 10 commandments that Moses received on the mount of the burning bush, there was a missing piece of the tablet, and that piece was a number, the supposed commandment number 11.

It was an important discovery that had to be found.

I distinctly remember how Dad said, 'Okay, Laura, grab your backpack and compass, don't forget your quartz pendulum, and let's head over there.

I already have the jeeps ready. We have told mom to wait for us at the entrance of the pyramid and we're leaving.'

With great joy and passion, I got into the jeep, in the front seat, despite the arguments with my father, who always said that the front seat was not for girls and that I should ride in the back for safety.

We always argued about the same thing, but in the end he listened to her because she was a very obedient girl.

We reached the pyramid and went inside, where mom was waiting for us a few meters further in with the flaming chandeliers.

When we reached the end of the corridor, we were able to decipher the message that said in ancient Egyptian we should place the apple fruit, where it indicated that there was a hidden compartment.

Dad managed to find out, but then fatality occurred. As he put his hand out to open the passage, his hand was injured by sharp metal spikes that came out of his hole, injecting him with a deadly poison that left him lifeless.

Since then, I was left with the immense pain that the search for this missing piece to discover the mystery through that pyramid had caused the disappearance of my father.

Years later, as an adult, I managed to crack the mystery, and now I have in my hands the fragment of the missing number of the tables of Moses.

However, I will not share it with the world, I will keep it for myself.

And this is the story for today.

I hope you enjoyed it.

This is my entry in @mariannewest's daily freewriting challenge. Today's prompt is won’t share.

Translated with Simple Translate by Sienori.
(Using the google translate API)


Versión en Español

Hoy estaba sentada en la cama reflexionando y en mi mente vinieron esos flashbacks de aquellos días cuando era una chiquilla y veía a mi papá levantarse de la misma cama donde yo estaba ahora.

Colocarse su sombrero de ala a medio lado, vestir sus pantalones de cuero, ponerse sus botas de piel de caimán, un caimán que él mismo había logrado cazar en las riberas del río Amazonas, un gigante ejemplar de 7 metros que le dio una fiera batalla, tomar su látigo al más puro estilo de Indiana Jones.

Siempre me divertía porque mi padre me recordaba a este héroe y para mí él era mi más grande héroe, mi modelo a seguir.

Después de levantarse, mi padre venía de inmediato a mi habitación.

Yo tenía 7 años y él me preguntaba: 'Laura, ¿a qué sitio quieres ir hoy?'.

Yo, con los ojos casi saliéndose de la emoción, marcaba en el mapa el lugar hacia donde quería explorar.

En aquellos años nos encontrábamos en las ruinas de Machu Picchu en Perú, llevando a cabo una exploración, una investigación que nos había llevado hasta esos lugares.

La tarea nos había sido asignada por el Centro Mundial Piramidal, una institución muy seria que contrataba a veteranos exploradores para descubrir y dar pistas sobre los misterios más grandes de toda la historia.

En esta ocasión, estábamos tras la pista del número perdido.

Se decía que en las tabletas de los 10 mandamientos que Moisés recibió en el monte de la zarza ardiente se encontraba una pieza de la tablilla que faltaba, y esa pieza era un número, el supuesto mandamiento número 11.

Era un descubrimiento importante que debía ser encontrado.

Recuerdo claramente cómo papá dijo: 'Está bien, Laura, agarra tu morral y tu brújula, no te olvides de tu péndulo de cuarzo, y dirijámonos hasta allá.

Ya tengo los jeeps alistados. Le hemos dicho a mamá que nos espere en la entrada de la pirámide y nos vamos'.

Con mucha alegría y pasión, me monté en el jeep, en el asiento delantero, a pesar de las discusiones con mi padre, quien siempre decía que el asiento delantero no era para las niñas y que debía ir en la parte de atrás por seguridad.

Siempre discutíamos por lo mismo, pero al final le hacía caso porque era una niña muy obediente.

Llegamos a la pirámide y nos adentramos, donde mamá nos esperaba unos metros más adentro con los candelabros llameantes.

Cuando llegamos al fondo del pasillo, pudimos descifrar el mensaje que decía que en antiguo egipcio debíamos colocar la fruta de la manzana, donde indicaba que había un compartimiento oculto.

Papá logró descubrirlo, pero entonces ocurrió la fatalidad. Al poner la mano para abrir el paso, su mano fue herida por unas afiladas púas de metal que salieron por el orificio, inyectándole un veneno mortal que lo dejó sin vida.

Desde entonces, quedé con el inmenso dolor de que la búsqueda de esta pieza faltante para descubrir el misterio a través de esa pirámide había causado la desaparición de mi padre.

Años después, como adulta, logré descifrar el misterio, y ahora tengo en mis manos el fragmento del número faltante de las tablas de Moisés.

Sin embargo, no compartiré con el mundo, me lo quedaré para mí misma.

Y este es el relato por el día de hoy.

Espero que lo hayan disfrutado.

Esta es mi participación en el desafío diario de escritura libre de @mariannewest. El mensaje de hoy es no compartiré.


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