Manuel, como operador de una de las grúas del puerto, debía revisar todos los detalles operativos de los procedimientos de carga y descarga de mercancías. Él sabía que un punto crucial para el manejo de la carga era una pieza que siempre se consideraba algo insignificante como lo era el gancho de amarre a la carga. Con su forma característica siempre se descuidaba el comprobarlo con detenimiento.

Sin embargo, si resultaba necesario verificar su estado, por las múltiples operaciones de que se abordaban diariamente, ese último día Manuel amarro la carga al gancho, procedió a izar la carga para llevarla a la bodega del barco. Todo parecía trabajar según el manual de procedimientos, de pronto sin previo aviso, el gancho que sujetaba la carga se soltó, cayendo la carga con fuerza al suelo. Un latigazo del cable que la sostenía se dirigió de manera inmediata con un zumbido aterrador hacia la cabina donde se encontraba Manuel, golpeo la misma, el cristal del parabrisas de la cabina se rompió en mil pedazos.

Manuel sin poder reaccionar rápidamente le grito a los demás operadores, eso me pasa por no revisar todos los detalles. Bajándose de la cabina se arrodilló para dar gracias a Dios de que aún seguía con vida.