Amor Trascendente

La Visita Inesperada

Era una mañana cualquiera, en Maracay, Estado Aragua, Venezuela, cuando ella finalmente llegó frente al lugar que estaba buscando. Desde lo más profundo de sus recuerdos emergió el croquis que la trajo. Era el lugar. Reconoció desde lejos las cornisas de las estructuras donde había sido tan feliz. Allí se descubrió como mujer emancipada. Allí supo lo que era el trabajo por vez primera. Allí conoció al amor de su vida. Su recuerdo la había traído hasta este preciso instante.

Era el mismo lugar. Lo recordaba perfectamente. Pero había cambiado tanto… por cierto, no sé si se los había comentado, pero la última vez que estuvo por aquí fue por allá en la década de los 1920 y 1930.

Era la época cuando Venezuela estaba gobernada por el Benemérito General Juan Vicente Gómez. Él amaba a esta nación y a esta ciudad en particular por lo que decidió instalar aquí una fábrica de tejidos: los Telares de Maracay.

Se acerca un poco más. Confirma el lugar.

Sí, sí. Los amplios ventanales son los mismos. Y hasta el surtidor de agua aéreos. Esas estructuras metálicas y esas escaleras no estaban… las verjas también son diferentes. Pero estaba segura que era el lugar indicado. Esta mañana cualquiera era el momento preciso para re-encontrarse con sus recuerdos, para reencontrarse con su amado.

De pronto una duda invade su mente, sobresaltando su corazón. ¿Y si él no encuentra el lugar? ¿y si no coinciden en la misma fecha?

Según alguien le había comentado, corría el mes de junio de 2020.

No era tanto tiempo para dos corazones enamorados. ¿o sí?

Caminó hasta la entrada e inmediatamente sintió un gran alivio. Era la misma. Conservaba la mayor parte de su estructura y su encanto original. Es cierto que llevaba un cartel muy moderno, con un nombre distinto, pero en esencia seguía igual.

¡Cuántas veces había aguardado la llegada del tren para poder verlo!

Todos esperaban para descargar los vagones que desde el interior del país venían cargados de algodón. Luego de de descargarlo, se llevaban a las máquinas desmotadoras de algodón, departamentos de blanqueos, tintes, aprestos, etc; aparte de los talleres de mecánica, carpintería, fundición y cuanto era necesario para la buena marcha industrial del establecimiento.

La capacidad productora de esta Fábrica de Tejidos fue de 6.000 a 8.000 kilos semanales, contando con 10.000 husos y 300 telares, fabricándose toda clase de artículos de algodón, como driles, otomanes, percales, toallas, paños de mano, cobijas, sábanas, mantelerías, telas de piqué, crehuelas, entre muchos otros.

También funcionó en esta fábrica un importante taller de ropa interior para caballeros, en el que se utilizaban telas muy superiores a las que hasta ese momento se importaban al país desde el extranjero.

Ella era una de los 700 operarios entre hombres y mujeres, que laboraban allí.

Recordó que el venía en el tren, pero no se confundan él era quien supervisaba todo el proceso y desde el primer instante, cuando sus miradas se cruzaron, ya no pudieron separarse. Cada uno quedó prendado del otro. Pero al ser él gerente y ella una sencilla operaria… debieron ser cuidadosos y posponer su feliz encuentro. Se juraron amor eterno.

Que se encontrarían en esa vida o en la siguiente, de ser necesario, hasta cristalizar su amor… ese amor la había traído aquí… pero entre los transeúntes no lo veía a él… Su corazón desfallecía. Con paso apresurado recorrió el perímetro.

No estaba. No lo reconocía. De pronto su corazón empezó a helarse. En medio de todo, reconoció lo que tanto había temido, lo que tanto había tratado de ocultarse:

Ese lugar, ya no era su lugar.

Esos desconocidos, tan impersonales, ni siquiera se percataban de su presencia. Pasaban a su lado como si ella no estuviera…

Poco a poco, el frío en su corazón se extendió a todo su cuerpo. Ya no sentía la palma de sus manos y tampoco sus pies. Ese no era su sitio. Ella no pertenecía allí. Él nunca llegaría. Su amor no se consumaría.

Pero la responsabilidad no era de ella, que había vuelto allí. Tampoco de él, aunque no había llegado, a saber Dios por qué. La culpa era de todos aquellos que vivían allí y que indolentemente habían permitido que su historia, su pasado, su cultura se fuera fragmentando, se fuera difuminando, se fuera esfumando.

La responsabilidad es de cada uno de los ciudadanos que por obtener un beneficio económico inmediato dejamos de lado nuestra memoria histórica. Hemos dejado perder una de las maravillas arquitectónicas de la época. Y lo más doloroso de todo es que más allá de la infraestructura física, estamos dejando perder nuestra idiosincrasia, nuestra humanidad, nuestra esencia como maracayeros, como aragüeños, como venezolanos.

Ella continúa su viaje hacia otra época, en la cual aun puedan ambos reconocer el lugar, para consumar finalmente su amor…

Ella no pierde la fe en el amor.

Nosotros tampoco deberíamos hacerlo….

Nos leemos en la próxima…

-@leomarisperezm-

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