La princesa ajusta sus zapatos, siempre le molestan, ya le han salido ampollas en los pies por encoger los dedos, pero está vez ha decidido pisar la parte del talón para estar más cómoda.
-Queridos amigos- Sonríe la princesa dirigiéndose a un par de muñecas de plástico que simulan a la gente de su reino.
-La situación del reino es muy difícil, la comida es escasa y la ropa a la mayoría ya no nos queda. Pero les pido ser fuertes, en dos días su princesa cumplirá los seis años y podrá trabajar para mejorar las cosas, mientras tanto sean felices, recuerden que los amo-
La niña se queda imaginando como sería tener ya los seis años, ya es un poco más alta y sus manos las siente fuertes y ágiles.
-Si me levanto a las seis, podré barrer el frente de la frutería de Doña Rafaela, echar un poco de agua y limpiar los ventanales antes de que llegue ella, jaja, se llevará una agradable sorpresa, seguramente me contratará como su ayudante. Bueno, si eso falla siempre puedo hacer mandados a la tienda. La verdad no sé cómo será, pero seguramente será genial-
Esos dos últimos días pasaron muy rápido. En la mañana del 23 de diciembre la pequeña Minerva se levantó llena de optimismo. Miro sus manos, las frotó para mitigar un poco el frío, se peinó y salió a la sala, luego fue al otro cuarto, luego a la cocina y finalmente reviso el baño. La ropa de su madre tampoco estaba. La casa estaba vacía.
Continuará...
Historia corta e ilustración