Cuando uno empieza a cuestionarse acerca de su permanencia en este mundo algunos retazos de luz empiezan a mostrarse. No creo que sea ni necesario ni saludable estar detrás de esas ideas extrañas todo el tiempo, día a día, paso a paso. Entendemos que nuestro plazo es bastante finito en comparación a lo que representa el resto de la vida; y más aún, en comparación a lo que representan todas las estructuras físicas que construyen planetas, estrellas y ese juego atómico en el cual se ve envuelta nuestra casa planetaria.
Sin embargo, siempre he considerado que hacer ese tipo de comparaciones nos ayuda a entender lo que representa la vida, lo que comprende cada bocanada de aire, cada día vivido, cada espacio con seres queridos, cada sueño, cada meta; el simple hecho de que la vida transcurra en cada uno de nosotros.
Una vez, atravesando un paraje familiar, yendo a una granja la cual frecuento diariamente "El negocio familiar", me llegaron unas líneas a la mente acerca de los árboles. ¿Siempre están? Evidentemente no, pero de alguna forma, para algunas cuantas generaciones, algunos siempre han estado.
E l árbol siempre, siempre está.
Sabemos que no siempre ha estado,
sabemos que no siempre estará;
pero, efectivamente,
sabemos que siempre está.
Nos cuestionamos entonces nuestra permanencia
donde nuestra fortuna es morir
sólo después que el vecino.
Atrapamos el logro vacío, respiramos
y miramos a un frente hecho de sueños.