Saludos, queridos lectores.
Les presento a continuación un trabajo de escritura de mi autoría que, por ser un poco extenso, iré publicando por fragmentos.
Se trata de una serie de poemas que visualizo como un libro. Lo he titulado Biblioteca y cada uno de los poemas que lo conforman está inspirado en los códigos del sistema decimal Dewey el cual fue inventado por Melvin Dewey en el año 1856 con la finalidad de poder clasificar mejor los libros y facilitar la búsqueda de la información. Este sistema se utiliza en todas las bibliotecas del mundo y la asignación de códigos es actualizada cada cierto tiempo.
Cada poema está titulado con un código de clasificación seguido del nombre de la materia que lo representa. Por otro lado, los poemas llamados intermezzo son escritos en prosa y allí se detallan las vidas de los bibliotecarios que laboran en esa institución. Los vistazos a la vida de estas personas denotan su psique, su relación con el mundo y sus expectativas respecto a éste.
Biblioteca
00 – Catálogos
Hola, bienvenido
¿Cómo estuvo tu estadía en la Tierra?
Descuida, mientras esperas a que llegue tu hora de volver
Podrás leer lo que te plazca:
Los trabajos de Hipatía de Alejandría
Las obras completas de Safo de Lesbos
La forma correcta de anudar y leer los kipos
Los diarios perdidos - décimo tercero y décimo cuarto - de Lewis Carroll
y las hojas arrancadas de su décimo quinto diario.
La Biblia Wycliff, quemada junto a su creador.
Las crónicas de los nativos de la isla Bermeja
Dos mapas detallados de Hyn Brasil
El himno Rongo-Rongo de la isla de Pascua
Una escítala usada por Alejandro Magno
El diario de Margot Frank
Textos bíblicos sin re-re-re-re editar
Notitas candentes de Marco Antonio y Cleopatra escritas en atbash.
Textos sin clasificar de la biblioteca de Pérgamo
Todo lo que está perdido en el plano que acabas de abandonar
Lo puedes encontrar aquí.
Intermezzo: presentación
Una nube de neblina desciende, se desliza sobre el edificio y priva a sus ocupantes de una visión del horizonte de los primeros rayos de luz de la mañana.
Los pisos más altos están sumidos en un limbo sin espacio ni tiempo que dura lo mismo que un sueño.
Dentro de este vientre artificial, el aire acondicionado aunado a la estación, crea un frío polar que revela suspiros discretos y exhalaciones profundas hechas con la intención de quedar vacío.
Las inhalaciones duelen. El café y el té pierden la temperatura inicial que arranca el sabor al grano, al pétalo, a la rama contenida en la bolsita o en el colador. El olor que perfuma toda la oficina y revela las intenciones del que ha cedido a la tentación.
Los bostezos, el titiritamiento, las veces repetidas yendo y viniendo del baño, ropa tupida, tejida no son más que síntomas del cuerpo de los vigilantes de este lugar que padecen el frío.
Los tubos de aire espirado que permiten la comunicación por departamentos vuelan entre un piso y otro. Fichas, memorándums, mensajitos para pedir favores e intercambiar ideas en pleno turno.
Hemos encontrado la forma de que el trabajo no sea tedioso. Carreras de carritos con una velocidad controlada, mazos de cartas de diferentes tipos, lanzamiento de bolitas de papel en las cestas y ver quién le atina más veces. Pero eso sí, nunca leer.
Nuestro trabajo es devolver los libros a su lugar. Las veces que nos han atrapado leyendo hemos sido reprendidos y el jefe de turno ha usado la presión de grupo para hacernos sentir vergüenza, mucha vergüenza. Pero eso no funciona demasiado bien: todos tenemos en nuestro haber unas lindas líneas de lectura robadas.
Hablando de robos, los besos también han pasado entre estantes a ciertas horas del día. Cuando terminamos, nos acomodamos mutuamente la ropa para que nadie del trabajo o del público se dé cuenta del desliz cometido.
En los momentos de descanso ha habido discusiones pacíficas, hemos pagado deudas de juego y compartido alimentos de diferentes sabores. Aparte de los besos, nuestros labios han compartido historias que tal vez estén impresas en alguno de los volúmenes que cuidamos… Pero con diferentes personajes.
Mis compañeros y yo queremos darles la bienvenida a nuestro sitio de trabajo. Pueden sentarse en la silla que quieran, dar un paseo por las instalaciones o leer los textos. Al terminar, déjenlos en la mesa y no coman mientras los leen.
Gracias por su lectura
Las imágenes son recortes de pantalla del texto fílmico Ágora (2009), de Pedro Almodóvar.