El cuerno de la abundancia - Anais Rodriguez Comunicadora social

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¡Basta de rollos! Cualquiera puede ser un cornudo feliz con solo asumir que los cachos estimulan la sana competencia y el libre mercado. De algún modo hay que sacarle partido a la infidelidad. La formula es aprender de la pareja lo que ella ha tomado de otros.

Muchas mujeres se regodean en la descalificación de priori de los hombres. Se burlan de algunos especímenes baratos, dignos representantes del machismo balurdo y afirman ser capaces de vacilárselos, vivírselos y engañarlos en sus narices sin que lo noten. Pero he aquí que hay otros varones más evolucionados que no se enrollan con los cachos de su pareja. Al contrario lo asumen de modo divertido y son capaces de sacar ventaja del asunto al fingir no darse cuenta.

Las mujeres, en una abrumadora mayoría, aseguran no soportar los cachos. Mientras los machos sufren y se ahogan en la pregunta sin respuesta de quién es mejor en la cama, él o el amante de ella, y aunque perdonan mas rápido, nunca se recuerdan porque la desconfianza se instala para siempre en sus vidas. Luego sobrevienen las separaciones esporádicas y los reencuentros re conciliatorios, tan grandes como el motivo del alejamiento.

Los cuernos al principio duelen, luego se llevan con orgullo.

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Ya es un lugar común asumir que un hombre sin cachos es como un jardín sin flores y que los cuernos son como los dientes, duelen cuando salen, los cargamos toda la vida y hasta son necesarios. Porque los cachos en sí mismos no molestan, lo que fastidia es qué dirán. Priscila cordero, autora del libro “Los cornudos felices”, afirma que por naturaleza los seres humanos nunca estamos satisfechos. Queremos alcanzar diferentes metas, nos batimos diariamente con la inseguridad y buscamos nuevas emociones gratificantes. Así mismo cada vez que fracasamos se lo atribuimos a una infaltable equivocación en la escogencia de nuestra pareja.

Otros autores dicen que la cultura occidental nos ha hecho pensar en lo eterno como valor absoluto y por eso despreciamos la posibilidad de vivir plenamente lo efímero. Así, cuando se tambalean las seguridades, nos molestamos y casi siempre culpamos a los factores exteriores de lo que es nuestra propia responsabilidad, como los cachos.

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Anais Rodriguez - Comunicadora Social
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