Fuente
La niña triste y el señor sin rostro
★★★
Anita jugaba sola en el comedor, mientras su madre, en la cocina, hacía las tareas domésticas, ya que no tenía hermanos ni otros niños cerca con los que pudiera jugar. Sus juegos eran imitaciones de lo que hacía su madre. Inventaba comidas con ramitas de los arbustos del jardín y decoraba platos de plástico para servir la comida a sus dos muñecas. A veces, improvisaba un salón con recipientes vacíos que simulaban muebles, y también recogía florecillas para ponerlas en una botella como centro de mesa. De este modo, Anita pasaba las horas distraída, jugando con los pocos juguetes que tenía a mano.
Anita era una niña muy curiosa y creativa que inventaba juguetes con cualquier cosa que encontrara en la casa. Para ella, un pedazo de cartón podía ser un teléfono o una cartera para llevar papelitos recortados como billetes. Su papá, también, le hacía juguetes con cajas o tubos de cartón, ella se ponía feliz cada vez que recibía uno y entre los dos se imaginaban objetos asombrosos. Se divertían juntos en la humilde casita que era su hogar.
Así, transcurrían los días en la vida de esta dulce niña, quien siempre se mostraba contenta y disfrutaba de su tiempo de juegos. Pero, las cosas cambiaron desde que el papá tuvo que salir de viaje... eso fue lo que le dijeron cuando preguntó por él. No hubo despedidas, ¡no dio tiempo! Él tuvo que salir de casa, tal cual como estaba aquella noche, sin equipajes, solo con lo que llevaba puesto. No se imaginaban que ese día saldría, sin fecha de retorno.
A partir de ahí, la niña cambió su carácter risueño y su semblante se transformó. La tristeza le robó sus ojitos brillantes. Los días pasaban y su padre no regresaba. Ella ya no sonreía mucho, ni se sentaba a jugar. Siempre estaba pendiente de que su madre estuviera cerca y si en algún momento la perdía de vista porque se ocupaba en otro lugar de la casa, Anita salía corriendo a buscarla. Temía que desapareciera como lo hizo su papá.
La madre, preocupada, intentaba llamar la atención de su hija, pero no lo conseguía. La invitaba a jugar, a pasear hasta el parque que estaba cerca y que a ella le encantaba visitar, pero nada la sacaba de la tristeza en la que estaba sumida.
Un día, la niña triste se sentó en el piso a jugar como antes, por varias horas. Al verla, la mamá se le acercó y se dio cuenta de que ella parecía estar hablando con alguien. Esta le preguntó y la niña le dijo que hablaba con el señor que llegó ese día a jugar con ella. La mujer solo pensó que su niña tenía una gran imaginación y la dejó jugando. Pero esa escena se repitió por varios días, a la misma hora, en el mismo lugar. Lo más preocupante era que la niña no dejaba de hablar del señor durante el día, quería guardarle algo de su comida y, a veces, lo invitaba a salir con ellas.
Un día, la mujer no pudo soportar más la preocupación y muy asustada al ver a la niña hablando sola, le preguntó quién era y le pidió, además, que describiera al señor, que al parecer estaba todo el tiempo en casa. Anita solo le dijo que era su amigo, pero que no le veía la cara y se apartó para seguir conversando con nadie.
A todas estas, nada se sabía del padre de Anita, hasta que llegó un mensajero con un papel arrugado en el que se leía: "soy inocente, pero no pude demostrarlo. La oscuridad me ciega, mi mente está en casa. Solo no me olviden y ahí estaré siempre con ustedes."
English Version
The sad girl and the faceless man
Anita played alone in the dining room, while her mother, in the kitchen, did the housework since she had no siblings or other children nearby with whom she could play. Her games were imitations of what her mother did. She made up meals with twigs from the bushes in the garden and decorated plastic plates to serve food to her two dolls. Sometimes, she improvised a living room with empty containers that simulated furniture, and she also collected little flowers to put in a bottle as a table centerpiece. In this way, Anita spent the hours distracted, playing with the few toys she had at hand.
Anita was a very curious and creative child, inventing toys with anything she could find in the house. For her, a piece of cardboard could be a telephone or a wallet to carry papers cut out like bills. Her father, too, would make toys out of cardboard boxes or tubes, and she would be happy every time she received one, and between the two of them, they would imagine amazing objects. They had fun together in the humble little house that was their home.
This is how the days went by in the life of this sweet little girl, who was always happy and enjoyed her playtime. But, things changed since her father had to leave on a trip... that's what she was told when she asked for him. There were no goodbyes, no time! He had to leave home, just as he was that night, with no luggage, just what he was wearing. They did not imagine that he would leave that day, with no return date.
From that moment on, the girl changed her laughing character and her countenance was transformed. Sadness stole her bright little eyes. Days passed and her father did not return. She didn't smile much anymore, nor did she sit and play. She was always watching for her mother to be near and if at any moment she lost sight of her because she was busy elsewhere in the house, Anita would run out to look for her. She was afraid that she would disappear as her father did.
Her mother, worried, tried to get her daughter's attention, but to no avail. She invited her to play, to take a walk to the nearby park that she loved to visit, but nothing could get her out of the sadness in which she was immersed.
One day, the sad little girl sat on the floor playing as before for several hours. Upon seeing her, the mother approached her and noticed that she seemed to be talking to someone. She asked her and the girl told her that she was talking to the man who came to play with her that day. The woman just thought her little girl had a great imagination and let her play. But that scene was repeated for several days, at the same time, in the same place. The most worrying thing was that the girl did not stop talking about the man during the day, wanted to save him some of her food, and sometimes invited him to go out with them.
One day, the woman could no longer bear the worry and, very frightened when she saw the girl talking to herself, she asked her who she was and also asked her to describe the man who was apparently at home all the time. Anita only told her that he was her friend, but she could not see his face and turned away to continue talking to no one.
Still, nothing was known about Anita's father, until a messenger arrived with a crumpled piece of paper that read: "I am innocent, but I could not prove it. The darkness blinds me, my mind is at home. Just don't forget me and there I will always be with you."
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