El joven estaba sentado en la entrada de la choza cuando mirando a lo lejos vio una figura que caminaba en dirección a él, su cuerpo tembló, su respiración se aceleró y comenzó a sudar frío. Era el séptimo año del séptimo mes de la muerte de su madre.
El desconocido al cruzar el pueblo lo hizo silenciar. Llegó a la choza y sin pronunciar palabras logró que el joven lo siguiera. Ambos caminaron y entraron en la espesura del bosque. Todo se había detenido.
Llegaron a un claro, donde estaba una lumbre. El desconocido se sentó y quitándose la túnica, mostró su rostro lleno de lágrimas. El joven comprendió. Respiró profundo y se arrojó al fuego, un grito estremecedor hizo despertar al bosque del trance que lo dominaba.
El desconocido seguidamente caminó al fuego, donde poco a poco se fue consumiendo y al final exclamó "perdóname, hijo".
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