En la actualidad, la naturaleza, esa fuerza irreprimible y devastadora ha azotado a los pueblos de Turquía y Siria por medio de un poderoso terremoto de 7.8 en la escala de Ritcher, lo cual es sustancialmente más grave tomando en cuenta que Oriente Medio es una de las regiones más densamente pobladas del mundo y geopolíticamente hablando una con un sinnúmero de conflictos, por lo que lo ocurrido el pasado lunes, es potencialmente devastador.
Agencias de noticias anuncian un número de víctimas cercano a los 15.000 e incontables heridos (sin mencionar las pérdidas materiales), aunque por las redes sociales circulan videos esperanzadores de rescates de supervivientes (niños sobre todo) el panorama no deja de ser desolador.
El sismo se sintió además en unos 14 países, como Chipre, Líbano, Grecia, entre otros, la emergencia ha despertado la solidaridad internacional y ha activado las alarmas en países como Indonesia, ante el acoso de maremotos (tsunamis) a consecuencia del fuerte temblor. Lo cierto es que, según los expertos, Turquía posee dos de las fallas más activas de la zona, al ser un país Euroasiático, las placas ambos continentes convergen en ese país.
Una muestra lamentable de lo indefensos que es el ser humano, con toda y su tecnología, ante los embates de la naturaleza. Poco podemos hacer para aliviar el dolor, para ayudar a tantas personas, para mitigar las heridas no sólo físicas, sino emocionales, de personas que definitivamente ya no serán las mismas...
¡Fuerza Turquía! ¡Fuerza Siria!