Oscar Pino exhibe la bandera tras coronarse en la lucha greco / foto: Jit
Consideraciones a grosso modo sobre la actuación cubana en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023
He escrito poco durante estos Juegos Panamericanos; lo siento. Las prisas de esta vida me han jugado en contra, y aunque tenía (y tengo) mucho para decir, me fui quedando sin el tiempo para hacerlo en el momento preciso. A veces uno quiere, pero termina sin poder hacer lo que quiere.
Tampoco pude ver todo lo que quería de lo que sucedía con Cuba en Santiago de Chile pero nuestros atletas nos han regalado tantas lecciones que sospecho nunca tendremos palabras para describirlas a plenitud. Trasciende el plano, a veces frío, de resultado deportivo.
Por ahí andan varias historias, bien contadas por colegas en la sede; y otras tantas que también nos aventuramos a contar los que andamos por acá.
Tengo decenas de comentarios y mensajes de ustedes hablando del atletismo emocionados, felices. Me quedo con eso.
Del atletismo, mi atletismo puedo decir tanto y seguirá siendo poco.
Esas 18 preseas y esos siete títulos valen más allá de la impronta que dejarán en el medallero de la 19 edición de los Juegos Panamericanos.
Por ahí habrá quien diga: solo se consiguieron 2 marcas personales. Y en esta fechas ¿Quién hace marcas personales? De periodización del entrenamiento deportivo se poco, o nada, pero entiendo que no hace falta ser Dios en la materia para entender que era casi imposible alcanzar la forma máxima a estás alturas. Más después de todo lo que ha sido este año para el deporte en Cuba desde el punto de vista de compromisos competivos, más después de todo lo duro que va siendo este año para Cuba en general. Lo que vivimos a diario en nuestro tránsito por la cotidianidad también aplica para ellos en sus lugares de entrenamiento, en sus casas, en la vida. Imagínense lidiar con eso, y también con el deber de prepararse para rendir al máximo en un contexto competitivo. Es de locos, por eso ha sido especialmente lindo verlos enfundarse la casaca de su tierra y defenderla con vehemencia.
Posiblemente habrá festejos, y se lanzarán voladores por las 30+ medallas de oro que nadie previó. Yo los celebraré, a todos, porque la mayor medalla es haberse dejado la piel a lo largo y ancho de Santiago de Chile, en nombre de esta tierra. Gracias!
Santiago de Chile ha terminado por ser una bocanada de aire fresco para quienes amamos el deporte desde su escencia. Porque cuando se gana una pelea, o se cruza la meta primero poco importan los tiempos o la forma en que se logró , nos quedamos todos prendidos del sentimiento. La gente habla de las medallas en las esquinas, las aplaude, y sufrez también por las que no llegaron. De eso se trata la pasión que nos une.
Ahora, al margen del corazón, a nivel cuantitativo el análisis de lo que ha sucedido ha de ser fuerte y convertirse en pilar para ejecutar las proyecciones de cara a un año olímpico que va a volver a desnudar nuestras carencias. Solo espero que se tome nota, y se tome acción.