"Ardiendo"
Primero fué el niño retraído del jardín de infantes, luego el “chico raro” del cole, y más tarde le tocó ser el muchacho apático de la oficina.
Toda su vida había sido víctima de bromas de mal gusto, bullying y maltrato. Él realmente no entendía porque era depositario de tanta crueldad y abuso. Incluso su esposa había cambiado su actitud amorosa y dócil hacia él, por un trato déspota y burlón.
Hace algunos meses había comenzado a ir a terapia, pero al no percibir ningún cambio, respecto de la mirada del otro hacia él, decidió abandonar las sesiones, como así también los libros de autoayuda, y meditación.
Esa fría mañana de otoño había comenzado como todos los días, con su esposa gritandole por haber olvidado sacar la basura la noche anterior, con su taza de café cayendo por su camisa justo un minuto antes de ir hacia el trabajo, y con su coche no queriendo arrancar. Sin embargo lo sintió distinto, experimentó algo extraño en su cuerpo, como un fuego a punto de expandirse.
Al llegar a la oficina lo primero que vió fue la media sonrisa maquiavélica de su jefe, que le informaba que ese mes tampoco cobraría el presentismo. Como si eso no fuese suficiente, tuvo que cumplir con el protocolo de felicitación a su compañero por lograr el ascenso, un ascenso por el que venía luchando arduamente desde su ingreso en la oficina, hace más de 15 años. Mientras que su compañero, que estaba allí hace un año, sin demostrar esfuerzo ni talento alguno, le había arrebatado el único incentivo imaginable para concurrir a ese lúgubre lugar día tras día.
Al terminar su patética jornada laboral, a sabiendas que su esposa lo regañaría, se dirigió hacia una pequeña cabaña que tenía en las afueras del pueblo. Tomó unas tablas y herramientas, y realizó varios arreglos que venía postergando hace algún tiempo.
Los días transcurrieron como de costumbre, hasta que sintió que si quería lograr un cambio debía hacer algo diferente.
Entonces, después de pensarlo concienzudamente, se dispuso a contactar a sus antiguos compañeros de estudios, del colegio y la facultad, con el propósito de invitarlos a disfrutar de un fin de semana en la cabaña.
Les habló de la importancia del contacto con la naturaleza, de sus ganas de compartir un agradable reencuentro, y limar asperezas.
Extendió la invitación a sus compañeros de trabajo, y su esposa, por supuesto, no podía dejarlos fuera ni prescindir de su presencia, en tan ansiado evento.
Todos confirmaron su asistencia, lo que provocó una gran euforia y entusiasmo por parte de él.
Finalmente llegó el día del encuentro, él estaba exultante, dispuesto a vivir una velada inolvidable, los invitados iban llegando poco a poco. La noche estaba transcurriendo según lo previsto, gestos descorteses, sonrisas socarronas y miradas frías hacían de decorado.
Una vez que todos estuvieron presentes, se excusó retirándose por un momento para ir en busca de más vino, un vino que había sido objeto de chicanas varias, por supuesto.
Se dirigió hacia el sótano, levantó varias botellas de alcohol y gasolina y las esparció cuidadosamente, como si se tratará de una pintura. Cerró la puerta con candado doble y se alejó lentamente hacia el bosque.
Aquello comenzó a arder incesantemente, nadie pudo salir.
Fuente
Él miraba los rostros de espanto en cuerpos carbonizados que pronto serían cenizas, y mientras escuchaba los gritos desesperados pensaba en lo bien que se había encargado de las reparaciones.
Al día de hoy lo siguen buscando, sin encontrarlo, parece que se lo tragó la tierra, o quizás su alma atormentada se perdió en el bosque.