Dicen que un regalo no es algo que tú desees (a no ser que tú misma te regales), sino lo que otros desean que tú tengas, sea porque te lo mereces, porque te haga falta o simplemente porque quieren ver tú reacción ante esto.
Normalmente suelo ir muy planificada en cuanto a diligencias por atender, pero no sin dejar un regalo a todos los que pueda a mi paso. Dirán “Esta mujer debe ser millonaria, para regalar a todos a su paso” Pero ¡No!, la verdad es que cuando deseas dar algo lo haces hasta sin tener un centavo en tu bolsillo o en el banco, no solo de cosas materiales se puede hacer un regalo, tenemos tanto para dar que muchas veces olvidamos lo que necesitamos y damos por descontado que otras personas no necesitan nada como nosotros.
Pero los mejores regalos, los que sorprenden, los que alegran tu día son aquellos que llegan de manera inesperada, que viene cargados de una bocanada de oxigeno fresco y que se entregan en un paquete pequeño. Una sonrisa a un niño, un buenos días cargado de ánimo al subir al transporte público, darle el asiento a una persona que lo necesite porque estamos convencidos que será mejor para ellos y no porque nos vemos en la obligación de socorrerlos, un feliz día al llegar o retirarnos de una tienda, una simple ¡Gracias!, son los regalos que valen mucho y no tienen precio. Si tod@s diéramos un mínimo de estos regalos, seriamos más felices con nuestro entorno y con nosotr@s mism@s. ¿No lo creen?