Incorporarse, llegar al baño, esa era su gran odisea. Ir a la cocina era ya una osadía pero donde no había descanso ni alegría era cuando se detenía al frente de aquel monumental, hermoso y omnipotente reloj completamente majestuoso que a su adorada revivia.
De madera robusta y noble, oscuro y enorme, de mecanismos armoniosos que, a pesar de ser tan antiguo y de tantas horas y segundos haber sido testigo, se imponia allí en ese sitio inmaculado donde siempre había estado.
Alto y ceremonioso, dando destellos de historias marcadas, de ritos ancestrales pero sobre todo de dolores profundos cada vez que su mente recordaba.
Y era verla allí a su lado, con su fragilidad y sus movimientos alados. Te fuistes cada dia como desintegrando, etérea y volátil pero siempre a su lado. Cada dia que ha pasado, a pesar de que al cielo has volado, estas acá presente con tu sombra, con tu peinado y con ese ritual que al Sr. Reloj le has dedicado.