“Hoy llevaremos a cabo un experimento de laboratorio que se centra en el proceso de toma de decisiones financieras. Hasta la fecha, el razonamiento económico afirmaba que “no hay desigualdad buena”, pero hemos comprobado que hay otros razonamientos paralelos que sostienen que “hay desigualdades justas y desigualdades injustas”.
Este es el enunciado de uno de los sorprendentes ensayos sociales, puestos en marcha en Noruega y que se recogen en el “El precio de la equidad”. El resultado de los ensayos ha demostrado, que estamos dispuestos a convivir mejor con las desigualdades políticas económicas, sociales, raciales y de género, de lo que a priori imaginaríamos y que aceptamos con facilidad un tipo de sociedad en el que hay un ganador absoluto.
La historia de la injusticia económica, aparece ya en las más remotas civilizaciones. Los sistemas impositivos que las regían configuraron el concepto de la justicia social. Muchos siglos después, la sociedad no ha evolucionado demasiado al respecto, porque en la actualidad sorprende, que uno de los rasgos más significativos del mundo moderno es que la desigualdad se ha abierto camino en los países democráticos sin despertar una verdadera repulsa popular.
“La sensibilidad hacia la justicia se desarrolla a una edad muy temprana”, afirman los expertos. “pero la sociedad moldea a las personas para que se lo salten sin preocupación”, asegura uno de los miembros de ‘La Comisión de Londres por la Justicia’ en “El precio de la equidad”.
La desigualdad conlleva muchos dilemas y nuestras sociedades deben afrontarlos. Desde las calles sensibles a los problemas raciales de Estados Unidos, o las aldeas castigadas por las castas en la India hasta las sociedades de Islandia o Costa Rica, donde se han diseñado planes más sostenibles con la ecuanimidad, “El precio de la equidad” reflexiona, sobre nuestra comprensión hacia la justicia y lo que debemos afrontar como sociedad, para conseguir un sistema más equitativo.
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