La universidad en el contexto contemporáneo venezolano

Reflexiones sobre el sentido de la práctica docente en la universidad Venezolana

La práctica docente conlleva a librar, en su diario contacto con el entorno, un encuentro sostenido con diversas ideologías y tendencias que lo enfrentan con fuerzas normativas de la vida colectiva que no solamente le indica su pertenencia a una misma sociedad, sino que además definen con bastante precisión los medios inteligibles de sus relaciones con ésta, con sus divisiones internas y con sus instituciones.

Muchos factores hacen mella y crean líneas de tensión entre el ideal y lo real de la profesión docente. Factores como la burocratización del sistema, los bajos salarios, la descalificación, la politización del proceso, la poca o ninguna autonomía, la escasez de incentivos y la crisis de valores, desencadenan en una bomba de tiempo que acecha constantemente la conciencia del docente y le crea un caos que lo lleva permanentemente a debatirse entre el deber ser y lo que se es; entre lo que debe hacer y lo que puede hacer; entre lo que debe propiciar y su rendición ante la realidad; entre el miedo que lo somete y le despoja de su ser, de su identidad y la libertad de expresar su pensamiento.
En el ámbito universitario, todo se vuelve más crítico. La universidad no es un contexto fácil de abordar toda vez que constituye una realidad social muy compleja en la que diversos actores, procesos, planes y programas se involucran, entremezclan, y muchas veces se disgregan. Una institución cuyo fin es la búsqueda sostenida de la verdad y la formación de auténticos profesionales con un fuerte arraigo en los principios éticos y morales. Así que la universidad debe tener como premisa impostergable la formación de hombres y mujeres íntegros, justos y con conciencia crítica sobre el mundo que lo rodea.

El rol del profesor universitario, en este sentido, es muy importante; pues particularmente, en este sector, se pretenden las reflexiones más profundas, más críticas sobre todo lo que nos rodea, incumbe y sacude; así como el perfeccionamiento de los conocimientos.

El hecho de reconocerse como una categoría, para algunos elitesca, sobre todo en el caso universitario; para otros, sacrificada, ha llevado a numerosos estudiosos de la materia a delinear los posibles perfiles, que deben poseer los docentes para “ser profesionales de gran valor y con arraigados principios éticos y morales”.

Las instituciones educativas son las responsables de desarrollar políticas que implican la transmisión de normas, conocimientos y culturas; lamentablemente, resulta cuestionable que el sujeto objeto del hecho educativo, no es considerado como parte activa de la educación y la sociedad en que se desenvuelve, sino como lo decía Freire "recipientes" en los que se "deposita" el saber.

Importante es, debatir en torno al aprendizaje del estudiante y a la forma cómo debe afrontarse el hecho educativo en función de éste, para promover y favorecer la adquisición de un aprendizaje significativo a través de un proceso de socialización de sus vivencias, ideas y experiencias.

La práctica docente en la universidad no está sólo para brindar conocimientos, está para abrir senderos de sensibilidad, humanismo y justicia, donde se aborden las dimensiones de lo humano y lo social que constituyen al ser.
Nuestra universidad requiere reformarse, refundarse, resignificar los roles de cada uno de los que hacen vida dentro de ella; y revisar sus relaciones extramuro; sus relaciones con lo que va más allá del recinto universitario; con la realidad que le circunda, que le afecta y le sobrevive, y a la cual parece no prestarle mayor atención; olvidando que ella debe participar en la resolución de los problemas de su entorno.

Sobre la base de esto, cabe comenzar a delinear la concepción de lo que se considera una identidad profesional del docente universitario. La identidad resulta de una profunda reflexión y del haz de relaciones que el profesional sostenga con el entorno; la identidad no es un algo que emerja a partir de la nada.

La concepción de identidad converge en el cuidado de sí y el cuidado de los otros, en el reconocimiento de las diferencias, en la solidaridad, en el sentido de responsabilidad y en la interacción constante con los otros, es un proceso individual y a la vez colectivo, que se desarrolla y evoluciona de acuerdo con su capacidad de relacionarse con su entorno. En otras palabras, la identidad no debe concebirse como un punto de partida, por el contrario debe ser vista como un constante capacidad de renovación de sí mismo para actuar en un mundo.

En este punto, nos desplazaremos desde el ámbito de la construcción identitaria del docente universitario hacía la concepción del sujeto (subjetividad) y de los sentidos (significados). Por consiguiente, se hace imprescindible destacar que, en la construcción y desarrollo de los procesos de subjetivación esta imbuida en la cultura (realidad social) en un dinámico proceso histórico.

Cada sujeto se inserta en el contexto de lo subjetivo y lo significativo (sentidos) ajustándose a su propia realidad, que no es otra acción distinta a la de desenvolverse en un movimiento relacional que le permite la conformación permanente de sí mismo junto a sus creencias, pensamientos y experiencias significativas.

En el contexto universitario, la subjetividad docente se vislumbra como la alternativa para la conformación de sentidos, ya que proporciona el espacio para la apertura, la crítica, la apreciación e interpretación de los significados que se generan con la articulación de la dimensión personal, cognitiva y cultural en un tiempo y espacio acorde con las experiencias y las necesidades del sujeto.

A través de las representaciones manifiestas por los sujetos se puede comprender cómo las distintas formas de pensar y sentir favorecen a la conformación y evolución de los procesos socio-culturales. La búsqueda de sentido no solo permite el agenciamiento de nuevas formas de comprensión en torno al proceso de enseñanza y aprendizaje, también involucran nuevas formas de percibir y relacionarse con la sociedad.

De modo que para poder ejercer la docencia, para que pueda haber identidad con esta noble y hermosa labor, deben existir condiciones que permitan ejercerla plenamente, sin limitaciones, trabas o presiones. La docencia está por encima del bien y el mal; implica libertad, respeto hacia la pluralidad de las ideas, visiones e ideologías; implica tolerancia, justicia y autonomía. Implica un desprendimiento del ser, para volver a ser; un reinventarse continuamente para estar a la par de lo que nos sacude diariamente; implica una resignificación de nuestras prácticas. Implica un nuevo horizonte, una nueva subjetividad, un nuevo sentido; en fin identificarse plenamente con lo que se hace y con el que se es.

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Universidad de Oriente, Venezuela

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