Me despertó un torrente de lluvia, que caía sobre los árboles, los techos, la calle, y la tierra, provocando una sinfonía de sonidos. Es el primer sábado del mes de mayo y a la puerta de mi mente tocó un refrán que yacía dormido hace ya algún tiempo. Miré al cielo, era el presagio de un gran espectáculo. Después del debut de la lluvia, las manos de la madre naturaleza dibujaron uno de los arcoíris más hermosos que recuerdo, era un semicírculo perfecto de colores que despedía sonriendo al agua pasajera. Poco a poco una densa cortina de nubes de diferentes tonos grises comenzó a cerrarse ante mis ojos. El arcoíris se desvanecía y cuando creía que aquella obra tan magistral estaba por culminar, unos tímidos rayos de luz atravesaron la cortina de nubes; era el sol que hoy no se presentaba en su papel protagónico, un sol que solo apareció por unos minutos para recordarme aquel refrán que se ha transmitido de manera ininterrumpida a lo largo de los siglos de generación en generación: “No hay sábado sin sol.”
Que la naturaleza siga regalándote días increíbles..