Ya sé que quieres que llegue el invierno. Que no te gusta el verano, ni el Sol, ni la playa, ni su engorrosa arena. También sé que no te gusta la oscuridad, ni el olor rancio de la humedad, que se te mete hasta la más oculta de tus fibras. Que esperas a que abran las puertas y que te liberen de la madera sucia de este viejo ropero y volver a pasear por los parques de la ciudad; pero no olvides que este es el sino de los abrigos de paño.
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