Hace un par de noches estuve platicando con una amiga, sobre trivialidades, nada importante, cuando de la nada me mando este escrito, el cual voy a anexar, lo leí y me gustó tanto que decidí compartirlo con ustedes. Uno de los motivos por el cual me agradó tanto fue que me pasó algo similar, fue muy genial. Solo lean:
Con una hoja en blanco igual que la mente
Me dirijo a la ventana a hacer siluetas con los dedos gracias al vapor que se esparce por el día lluvioso, pero me pregunto
¿por qué siluetas?
Con el bolígrafo a un lado y la mente en blanco igual que la hoja
Miro a mi alrededor y todo parece tranquilo
Volví la mirada a mi mesa y entre cuatro espacios (restando el mío) y el número de la mía comienzo a contar..
Entre cuatro, cinco mesas, una pareja desayunando
Entre cuatro, cinco mesas, un joven solitario, café y cigarros
Entre cuatro, cinco mesas una chica amanerada escribiendo sobre algo
Entre cuatro y cinco mesas, un anciano y sus hermanos..
Y luego...
Entre cuatro y cinco mesas, estaba yo, con una hoja en blanco igual que la mente
¿Y afuera?
La lluvia cayendo, autos pasando en la estadía de la pequeña vía, personas caminando...
Y luego adentro... La calma
Agarro el bolígrafo y redacto en el papel ya no con una mente en blanco
Con una taza de café y 10$ en mi bolsillo para dejar propina
Relaciono la calma con mi estado acogedor en un día lluvioso, una sensación cómoda a eso que le dicen, que le llaman amor propio..
Pero faltaba algo más
Y con pequeños golpes en la cabeza y diciendo en voz semi-alta, repitiendo a cada milésima de segundo para terminar con el escrito, no dejaba de decir: entre cuatro, cinco mesas, entre cuatro, cinco mesas..
Dejándolo a mi frustrada imaginación, ahogo mi vacío mental mirando a la ventana con mi brazo entre mi mejilla..
Y escucho el sonido fino de tres pequeños golpes a mi mesa..
Presto atención y miro de reojo una mano deslizando sobre la mesa una pequeña servilleta dejándola a mi visión..
"Cuatro, cinco mesas" decía...
Y al voltear era la chica que escribía sobre algo en una de aquellas mesas...
-la chica esbozaba una sonrisa-
Y yo le devolvía el mismo gesto
Y entendí que entre cuatro, cinco mesas...
faltabas tú.